Siempre se ha dicho que los nombres son importantes. Ponerle nombre a algo es darle vida, hacerlo visible, otorgarle la posibilidad de tener una historia. Los nombres significan mucho: significan tener derecho a que puedan nombrarte. Y cuando ese significado es menos obvio, al menos ofrecen una palabra a la que aferrarse, unas letras con un orden concreto, una voz que te seduce. Junto al nombre te regalan un lugar en el mundo. Cuando alguien pregunta por una cámara específica en una tienda, en realidad está pidiendo algo con lo que identificarse, un objeto con personalidad propia. El nombre de la cámara se pronuncia para hacer audible un objeto al que se le exige que haga magia. Porque la magia no depende solo de las habilidades de una persona, sino también de la confianza que se deposita sobre la propia herramienta. Es similar a la fe que ponemos sobre un dios al que otorgamos poderes supremos. Cuando alguien pregunta por una cámara específica se está retratando, aunque en ...
Un espacio de Valentín Sama, sobre Fotografía. Desde 2004