Siempre. Siempre que se pueda, claro. Para mí esta era la premisa. Siempre que pudiese, que quisiese. La vida subordinada a la fotografía. También el tiempo, la energía, el dinero, los horarios, las comidas, el trabajo, las vacaciones. Si algo te gusta, ¿por qué restringirlo? Pues eso, a por todas. También es verdad que aquí también aparecen las limitaciones mentales, los tópicos, las influencias. Te pones a leer (al menos sobre fotografía de paisaje) y enseguida surgen la «hora mágica», las luces buenas y las peores, las épocas malas y las idóneas. Obligatorio levantarse temprano, muy temprano, evitar las horas centrales, regresar después del atardecer. El otoño muy bueno, la primavera y el invierno bien, el verano más bien mal. Así que lees, aprendes y decides irte en noviembre a fotografiar bosques de hoja caduca, en primavera campos de flores, en invierno el hielo de algunos riachuelos y en verano con la familia. No hay nada malo en esto: todo organizado, bie...
Un espacio de Valentín Sama, sobre Fotografía. Desde 2004