Fotografiar significa, antes que nada, mirar; así que un fotógrafo es, por encima de todo, alguien a quien le gusta mirar. Mirar nunca es un acto pasivo. Puede que pensemos que es imposible ir por el mundo sin observar gran parte de lo que nos rodea, lo cual hasta cierto punto es verdad, pero no posamos la mirada de igual manera en cada objeto o situación. Unas nos atraen más, otras muy poco, algunas nada de nada. Y esto influye mucho en cómo almacenamos en la memoria cada una de las realidades que alcanzan nuestras retinas. Aquí existe una cierta ley de proporcionalidad: las cosas que miramos por encima, sin aliciente alguno, apenas se recuerdan, mientras que donde fijamos la mirada de manera insistente tiende a recordarse mejor. A veces esa insistencia al mirar, ese interés, tiene relación con lo que pensamos de ello. El cerebro y los ojos tienen un vínculo directo que va más allá de la red de fibras nerviosas que los unen. De hecho, nuestras percepciones están marcadas por las expec...
Una de las funciones de la fotografía tiene que ver con definir nuestra relación con lo que vemos. Tiene más funciones, por supuesto, pero esta se ha convertido en algo fundamental en esta época visual, narcisista y, como diría Guy Debord, espectacular. Nos relacionamos de diferente manera con lo que tenemos delante en función de si lo podemos fotografiar o no. Incluso es distinta si lo podemos fotografiar muchas veces o unas pocas. Básicamente, miramos distinto. Los más veteranos conocemos la diferencia, porque la hemos vivido, entre tener treinta y seis oportunidades (o veinticuatro) y que sean ilimitadas. Cambia bastante la forma de mirar algo cuando tenemos todo el tiempo del mundo respecto a verlo con prisas, de pasada, viajando en coche, etc. Lo mismo sucede con la cantidad de fotos que podemos hacer de algo: modifica nuestra relación con eso mismo, y no solo visualmente. El ser humano lo ha vivido en primera persona con los avances tecnológicos. Primero las cámaras de estud...