Hay demasiados juicios a lo largo de la existencia. Cuando hacemos fotos sometemos a juicio nuestras propias imágenes mientras hacemos lo mismo con las obras de otros. Y del dictamen emitido dependerá que decidamos fotografiar esto o aquello y que nos influya tal o cual autor. © Fernando Puche Las personas a quienes enseñamos las fotografías que hacemos también emiten juicios sobre ellas. Y, en función del veredicto, percibimos nuestra obra de una manera u otra. Asimismo ese veredicto es fundamental para que seamos elegidos o rechazados. No es fácil navegar en este océano de opiniones. Todos somos jueces del trabajo de los demás. Por tanto: si pedimos rigor debemos ser rigurosos; si pedimos paciencia, entonces deberíamos ser pacientes; si pedimos comprensión, tendríamos que ser comprensivos; si preferimos críticas constructivas, ser capaces de elaborarlas para los demás. Es un viejo dicho que mi abuela me repitió muchas veces: trata a los demás como te gustaría ser tratado....
La fotografía se aprende y se enseña. Quienes hacen esto último imparten conocimientos y destrezas. También consejos, claro que sí. Pero hay algo que no puede enseñarse, y es la manera por la cual alguien decide involucrarse en el arte de crear imágenes. Hay cosas que las sientes o no las sientes, porque todavía nadie ha podido insertar en un cerebro la implicación de otra persona. © Fernando Puche Y es bueno que así sea: cosas que solo se aprenden experimentándolas por uno mismo, tomando decisiones sobre tu compromiso con la fotografía y tu manera de encajarla dentro del día a día. Ojalá siempre existan cosas que nadie pueda enseñar. Adoro esa frase de Don McCullin la cual viene a decir que si no puedes sentir lo que estás mirando, entonces nunca vas a lograr que los demás sientan algo cuando miren tus fotografías. La implicación sería precisamente sentir profundamente lo que estás mirando y fotografiarlo sin importar lo que piensen los demás. Por razones técnicas los event...