En el suplemento de El País, Babelia 908, se publica hoy, entre otros, en un "Extra" dedicado a la Fotografía, un interesante artículo firmado por Isabel Lafont.
Se titula “La fotografía, una moneda estable”, y, con motivo de la primera edición de MadridFoto y la del año en curso para PhotoEspaña, escribe acerca de la presencia de la obra fotográfica en las colecciones.
La verdad es que el artículo de Isabel Lafont me ha parecido bien ajustado a la página que se le concede en Babelia y muy didáctico para aquellas personas que no conozcan los entresijos de la fotografía de autor en particular y la coleccionable en general. Un artículo casi "de manual".
Quizá algunos aspectos históricos se ignoran (ya en 1955 Steichen llevó la magna "The Family of Man" al MOMA), otros técnicos se obvian y determinados términos se podrían afinar, pero –siempre en mi opinión– no resultaría fácil hacerlo mejor en ese espacio concreto y con las premisas apuntadas.
Además, ha sabido consultar a algunas personas con buen criterio y bien posicionadas en el Sector, lo que aporta un valor añadido.
Pero al margen de lo dicho, me llama la atención un párrafo final atribuido a Giulietta Speranza, directora artistica de MadridFoto, cuando apunta a un factor adicional a la hora de valorar la calidad de una “impresión” (copia, o positivo): “En este sentido, hay que distinguir entre los fotógrafos-fotógrafos y los artistas que utilizan la fotografía como medio artístico. Los primeros saben cuidar más las copias, son más artesanos. En cuento a los segundos, hay que tener en cuenta que a lo mejor no buscan esa calidad porque artísticamente no les interesa. A veces quieren incluso una mala calidad porque buscan otros valores”. Explica.
Siempre hay que ser cauto a la hora de evaluar declaraciones aisladas en el contexto de una conversación, sin el lenguaje gestual que las pueda matizar. Una sonrisa partida, puede representar una gran diferencia.
Como la que esgrimo yo en este momento.
Al margen de lo que ya comenté, en mi post “Fotógrafos y Artistas”, ahora justamente hace cuatro años, parece ser que si eres un “artista”, puedes trabajar chapuceramente en un medio que no dominas, y ello no solo está justificado sino “buscado”…. vaya, vaya.
O sea, que un gran fotógrafo, puede –por poner solo un ejemplo– bien agarrar un cincel y un martillo y hacer un bodrio de escultura por falta de oficio, o bien pintar un desastre de óleo por causa equivalente, y eso “vale”.
¿O el recorrido es solo en el sentido “artista a fotografía” y no en otro?
Yo, a lo largo de los años, ya he conocido a más de una persona que se consideraba artista y despreciaba la técnica, el oficio de las cosas bien hechas, aunque sus obras, relativamente válidas, se hubiesen beneficiado de ello, sin perder un ápice de frescura. Pero la vanidad, con unas gotas de prepotencia y un “golpe” de osadía hacen a veces cócteles potentes.
Señores y señoras, a cada cual lo suyo. El oficio de hacer las cosas bien es recomendable dominarlo si se quiere entrar en los territorios. Otra cosa es que los artistas de una u otra especialidad quieran hacer gracietas con otro medio. Si son famosos, probablemente todo estará permitido… ¿o no?
Y conste que lo que pongo en discusión es un tema ya conocido, no el contenido del artículo ni la manifestación atribuida a Giulietta Speranza. En el fondo, con el gesto adecuado, podría estar siendo cortés y comprensiva hacia la obra defectuosa con la que a veces hay que lidiar en el ámbito del coleccionismo, por cuestión de la valoración en el mercado.
Pero en todo caso, ahora ya, de forma parecida al jamón-jamón, tenemos "fotógrafos-fotógrafos". En el fondo me gusta "lo de " Giulietta.
Gracias Giulietta: hoy, más que nunca, me siento –felízmente– fotógrafo-fotógrafo.
Se titula “La fotografía, una moneda estable”, y, con motivo de la primera edición de MadridFoto y la del año en curso para PhotoEspaña, escribe acerca de la presencia de la obra fotográfica en las colecciones.
La verdad es que el artículo de Isabel Lafont me ha parecido bien ajustado a la página que se le concede en Babelia y muy didáctico para aquellas personas que no conozcan los entresijos de la fotografía de autor en particular y la coleccionable en general. Un artículo casi "de manual".
Quizá algunos aspectos históricos se ignoran (ya en 1955 Steichen llevó la magna "The Family of Man" al MOMA), otros técnicos se obvian y determinados términos se podrían afinar, pero –siempre en mi opinión– no resultaría fácil hacerlo mejor en ese espacio concreto y con las premisas apuntadas.
Además, ha sabido consultar a algunas personas con buen criterio y bien posicionadas en el Sector, lo que aporta un valor añadido.
Pero al margen de lo dicho, me llama la atención un párrafo final atribuido a Giulietta Speranza, directora artistica de MadridFoto, cuando apunta a un factor adicional a la hora de valorar la calidad de una “impresión” (copia, o positivo): “En este sentido, hay que distinguir entre los fotógrafos-fotógrafos y los artistas que utilizan la fotografía como medio artístico. Los primeros saben cuidar más las copias, son más artesanos. En cuento a los segundos, hay que tener en cuenta que a lo mejor no buscan esa calidad porque artísticamente no les interesa. A veces quieren incluso una mala calidad porque buscan otros valores”. Explica.
Siempre hay que ser cauto a la hora de evaluar declaraciones aisladas en el contexto de una conversación, sin el lenguaje gestual que las pueda matizar. Una sonrisa partida, puede representar una gran diferencia.
Como la que esgrimo yo en este momento.
Al margen de lo que ya comenté, en mi post “Fotógrafos y Artistas”, ahora justamente hace cuatro años, parece ser que si eres un “artista”, puedes trabajar chapuceramente en un medio que no dominas, y ello no solo está justificado sino “buscado”…. vaya, vaya.
O sea, que un gran fotógrafo, puede –por poner solo un ejemplo– bien agarrar un cincel y un martillo y hacer un bodrio de escultura por falta de oficio, o bien pintar un desastre de óleo por causa equivalente, y eso “vale”.
¿O el recorrido es solo en el sentido “artista a fotografía” y no en otro?
Yo, a lo largo de los años, ya he conocido a más de una persona que se consideraba artista y despreciaba la técnica, el oficio de las cosas bien hechas, aunque sus obras, relativamente válidas, se hubiesen beneficiado de ello, sin perder un ápice de frescura. Pero la vanidad, con unas gotas de prepotencia y un “golpe” de osadía hacen a veces cócteles potentes.
Señores y señoras, a cada cual lo suyo. El oficio de hacer las cosas bien es recomendable dominarlo si se quiere entrar en los territorios. Otra cosa es que los artistas de una u otra especialidad quieran hacer gracietas con otro medio. Si son famosos, probablemente todo estará permitido… ¿o no?
Y conste que lo que pongo en discusión es un tema ya conocido, no el contenido del artículo ni la manifestación atribuida a Giulietta Speranza. En el fondo, con el gesto adecuado, podría estar siendo cortés y comprensiva hacia la obra defectuosa con la que a veces hay que lidiar en el ámbito del coleccionismo, por cuestión de la valoración en el mercado.
Pero en todo caso, ahora ya, de forma parecida al jamón-jamón, tenemos "fotógrafos-fotógrafos". En el fondo me gusta "lo de " Giulietta.
Gracias Giulietta: hoy, más que nunca, me siento –felízmente– fotógrafo-fotógrafo.
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