Hace no muchas horas he asistido a una presentación de prensa, sobre una nueva cámara fotográfica, cuya información al al respecto está embargada hasta dentro de algo más de dos semanas.
La bien conducida presentación fue seguida de un coloquio, que –salvo contadas excepciones– resultó educado, ilustrativo e interesante.
Al término del coloquio, y debido a mi proximidad en las mesas, una amable miembro del equipo me pasó, para su examen, una de las (no muchas) unidades disponibles del nuevo modelo de cámara.
Por cuestiones de hábito profesional, nada más tomarla en mi mano izquierda, retiré de su montura con mi mano derecha el también nuevo objetivo, con objeto de comprobar materiales y acabado de su montura.
¡Y en ese mismo momento, atacaron, simultáneamente, entre dos y tres “bodysnatchers” o “robacuerpos”!
Puede parecer increíble, pero puedo aseguraros que ¡no menos de dos manos ávidas agarraron el cuerpo de la cámara tratando de arrebatármela de la mano! En circunstancias normales, un falso sentimiento de cortesía hubiese hecho que soltase el cuerpo… pero me parecía tan “de película” la situación que no aflojé.
Pues bien: merecía la pena verse aquellos nudillos casi cianóticos en su pelea por arrebatarme el cuerpo de la mano…
Mientras, en cuestiones de segundos me debatía entre:
a) ser “un caballero”, soltar el cuerpo y cederlo a las fieras corrupias
b) utilizar el viejo truco de la patada hacia atrás en el empeine
c) emplear el más tosco del cabezazo en la nariz o el mordisco en la muñeca…
Me salvó de la situación uno de los responsables de la firma al solicitar la cámara para hacerse, junto con el ingeniero responsable, la “foto oficial”: las garras se soltaron como cuando en una película de ciencia ficción de la serie “B” el bueno le sacude con el láser de CO2 al apéndice táctil del invasor de otros planetas.
¡Cielos! Lo que podría ocurrir por una botella de agua sin desprecintar los primeros días en New Orleans!
Para que luego digan que ya no despierta expectación la presentación de un nuevo producto fotográfico…
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La bien conducida presentación fue seguida de un coloquio, que –salvo contadas excepciones– resultó educado, ilustrativo e interesante.
Al término del coloquio, y debido a mi proximidad en las mesas, una amable miembro del equipo me pasó, para su examen, una de las (no muchas) unidades disponibles del nuevo modelo de cámara.
Por cuestiones de hábito profesional, nada más tomarla en mi mano izquierda, retiré de su montura con mi mano derecha el también nuevo objetivo, con objeto de comprobar materiales y acabado de su montura.
¡Y en ese mismo momento, atacaron, simultáneamente, entre dos y tres “bodysnatchers” o “robacuerpos”!
Puede parecer increíble, pero puedo aseguraros que ¡no menos de dos manos ávidas agarraron el cuerpo de la cámara tratando de arrebatármela de la mano! En circunstancias normales, un falso sentimiento de cortesía hubiese hecho que soltase el cuerpo… pero me parecía tan “de película” la situación que no aflojé.
Pues bien: merecía la pena verse aquellos nudillos casi cianóticos en su pelea por arrebatarme el cuerpo de la mano…
Mientras, en cuestiones de segundos me debatía entre:
a) ser “un caballero”, soltar el cuerpo y cederlo a las fieras corrupias
b) utilizar el viejo truco de la patada hacia atrás en el empeine
c) emplear el más tosco del cabezazo en la nariz o el mordisco en la muñeca…
Me salvó de la situación uno de los responsables de la firma al solicitar la cámara para hacerse, junto con el ingeniero responsable, la “foto oficial”: las garras se soltaron como cuando en una película de ciencia ficción de la serie “B” el bueno le sacude con el láser de CO2 al apéndice táctil del invasor de otros planetas.
¡Cielos! Lo que podría ocurrir por una botella de agua sin desprecintar los primeros días en New Orleans!
Para que luego digan que ya no despierta expectación la presentación de un nuevo producto fotográfico…
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