Si, lo tengo claro: decididamente me gustan los “clics”, y si no existiesen, soy de la opinión de que habría que inventarlos.
De hecho, quizá tengamos que reinventarlos.
Y no me me refiero a los simpáticos muñequitos, ni tampoco a los modernos golpes de clic que realizamos con el ratón del ordenador –que también son clics– sino antes bien, a ese peculiar toque que ofrecen los dispositivos que incorporan bastantes artefactos inventados y realizados por el hombre, y que permiten seleccionar posiciones discretas de ajuste, con tanta precisión como repetibilidad, y ello, gracias al fino tacto, y también, si se desea, a un cierto nivel sonoro, nivel de donde derivan su nombre… los ajustes por clics.
Y tengo en mente especialmente los clics de los aparatos fotográficos.
Hoy, como consecuencia de la invasión de los sistemas electrónicos, y su ya casi total conquista del territorio, manejamos bastante más dispositivos de entrada tales como “joysticks”, conmutadores de balancín y ruedas selectoras, y la mayoría de los clics, son del tipo de “clic de ratón”, nada más que señales secuenciales de entrada que no tienen nada que ver con nuestro clic auténtico, el de las cámaras “analógicas” de toda la vida, cámaras que entran casi todas ya en la categoría de “clásicas”. En la mayoría de los nuevos dispositivos de ajuste de parámetros, si bien existen unos ciertos clics, estos no determinan ajuste concreto o posición, puesto que su funcionamiento es del tipo "sinfín".
Todavía recuerdo, que en las últimas pruebas que realicé para alguna compañía fabricante de cámaras, pruebas “beta” sobre prototipos a fin de evaluarlos para introducir ligeras modificaciones antes de lanzar las versiones definitivas “de serie”, siempre presté especia atención a la calidad de los clics.
Si: a los clics. Al tacto de su encastre en posición. Nada más aberrante que un tacto “gomoso”, o quizá uno inconcreto, que muestra juegos en posición, o aquellos con separaciones entre sí perceptiblemente distintas. O quizá, relacionado con ello, aquellas ruedas moleteadas que –unidas a la posible dureza del mecanismo del clic– tienden a incidir dolorosamente sobre nuestros pulpejos. Aunque quizá, algunos de los peores clics son aquellos gobernados por un resorte que produce un cierto salto y contrarrebote entre clic y clic, sugiriendo con ello que el ajuste no está completamente bajo nuestro control, sino bajo el del propio mecanismo… ¡Ah, los clics!
Porque, claro está, supongo que todos sabemos que –hasta este momento– estábamos hablando fundamentalmente de los clics que gobiernan los diales de ajuste de los tiempos de exposición de nuestras queridas cámaras, pero también, de los que dotan a los barriletes de nuestros no menos queridos objetivos. ¡Ah, notar la diferencia entre los clics del aro frontal de ajustes de abertura de diafragma de un objetivo Olympus para la serie OM, y los clics de un aro de un auténtico objetivo Nikkor de las primeras series! Y digo de las primeras, porque Nikon ya emasculó a sus objetivos desde la serie G… pero otros le siguieron. Sincera y comparativamente: me gustan más los clics de los Nikkor, por lo sutil, si bien los de Olympus son más recios y varoniles…bordeando lo tosco. Desde luego, en todo caso nada que ver con los de una Pentax Spotmatic: los registros de los clics del aro de aberturas de diafragma de sus Super Takumar superan en tacto y sonido a los todos los citados anteriormente, y desde luego la “educada” contundencia de los clics de su selector de tiempos de exposición supera la rudeza del de la primera Nikon F, quizá gracias al calculado diámetro del tambor…
No es menos cierto que en ambas áreas, diafragma y tiempos, la discreta contención de los clics de una Topcon RE Super, marcan una cierto cortés distanciamiento que los hace muy sugerentes y distintos… todo es –claro está– cuestión de gusto personal.
Y no debería entrar en ejemplos tales como el control por clics de la compensación de exposición en una Olympus OM-2… por caridad cristiana hacia los sistemas secuenciales equivalentes de las cámaras modernas, sean digitales o no.
Lo cierto es que los clics nos permiten un manejo muy intuitivo de los controles fundamentales de un aparato fotográfico y más concretamente los de una cámara fotográfica. Quizá se nos haya olvidado ya, pero mediante los clics podemos realizar ajustes precisos sin mirar a la cámara, solo con el tacto, incluso en la oscuridad. Y no solo podemos hacer variaciones precisas de ajuste: ¡podemos conocer el ajuste “contando” clics! Sabremos si estamos a plena abertura, o a f/5,6 y a 1/1000 de segundo o quizá a 1/60 de segundo: solo es cuestión de conocer los límites de nuestro aparato y… contar clics.
De hecho, en algunos objetivos para las duras y nobles cámaras Robot, sobre todo en las versiones para la “Luftwaffe” o fuerza aérea germana, también operaban bajo el concepto de los clics los propios aros de enfoque: de esa manera, al simple tacto, el fotógrafo podía –puede– conocer la distancia a la que tiene enfocado su objetivo.
La realidad es que resulta bastante más difícil de mecanizar y montar un fino dispositivo mecánico por clics, que un rueda selectora y un contacto eléctrico, y por eso, y por razones que todos conocemos, los ajustes por clics, mediante tambores y aros de selección, de valores de tiempos de exposición y de aberturas, han desaparecido casi por completo de las cámaras de hoy en día, con algunas honrosas excepciones. De hecho, la incorporación de esos modos de ajuste a un modelo concreto de cámara, se considera, y es, un detalle de costoso refinamiento.
Y de la misma manera que, en un vehículo terrestre a motor, un cambio de marchas manual nos ofrece un control sin igual sobre la máquina, además de un sobrio y contundente tacto mecánico frente a un anodino, gomoso y un tanto impredecible y quizá traidor cambio automático, nada igualará, para un fotógrafo “de raza”, el control y sentimiento que le puedan ofrecer, los clics de un aro de abertura en la punta de los dedos de su mano izquierda, y los precisos clics de su selector de tiempos de obturación bajo los pulpejos de los dedos de su mano derecha. Incluso antes de echarse la cámara a la cara. En la oscuridad, bajo cualquier circunstancia.
Si: recuperemos los clics, los auténticos clics.
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De hecho, quizá tengamos que reinventarlos.
Y no me me refiero a los simpáticos muñequitos, ni tampoco a los modernos golpes de clic que realizamos con el ratón del ordenador –que también son clics– sino antes bien, a ese peculiar toque que ofrecen los dispositivos que incorporan bastantes artefactos inventados y realizados por el hombre, y que permiten seleccionar posiciones discretas de ajuste, con tanta precisión como repetibilidad, y ello, gracias al fino tacto, y también, si se desea, a un cierto nivel sonoro, nivel de donde derivan su nombre… los ajustes por clics.
Y tengo en mente especialmente los clics de los aparatos fotográficos.
Hoy, como consecuencia de la invasión de los sistemas electrónicos, y su ya casi total conquista del territorio, manejamos bastante más dispositivos de entrada tales como “joysticks”, conmutadores de balancín y ruedas selectoras, y la mayoría de los clics, son del tipo de “clic de ratón”, nada más que señales secuenciales de entrada que no tienen nada que ver con nuestro clic auténtico, el de las cámaras “analógicas” de toda la vida, cámaras que entran casi todas ya en la categoría de “clásicas”. En la mayoría de los nuevos dispositivos de ajuste de parámetros, si bien existen unos ciertos clics, estos no determinan ajuste concreto o posición, puesto que su funcionamiento es del tipo "sinfín".
Todavía recuerdo, que en las últimas pruebas que realicé para alguna compañía fabricante de cámaras, pruebas “beta” sobre prototipos a fin de evaluarlos para introducir ligeras modificaciones antes de lanzar las versiones definitivas “de serie”, siempre presté especia atención a la calidad de los clics.
Si: a los clics. Al tacto de su encastre en posición. Nada más aberrante que un tacto “gomoso”, o quizá uno inconcreto, que muestra juegos en posición, o aquellos con separaciones entre sí perceptiblemente distintas. O quizá, relacionado con ello, aquellas ruedas moleteadas que –unidas a la posible dureza del mecanismo del clic– tienden a incidir dolorosamente sobre nuestros pulpejos. Aunque quizá, algunos de los peores clics son aquellos gobernados por un resorte que produce un cierto salto y contrarrebote entre clic y clic, sugiriendo con ello que el ajuste no está completamente bajo nuestro control, sino bajo el del propio mecanismo… ¡Ah, los clics!
Porque, claro está, supongo que todos sabemos que –hasta este momento– estábamos hablando fundamentalmente de los clics que gobiernan los diales de ajuste de los tiempos de exposición de nuestras queridas cámaras, pero también, de los que dotan a los barriletes de nuestros no menos queridos objetivos. ¡Ah, notar la diferencia entre los clics del aro frontal de ajustes de abertura de diafragma de un objetivo Olympus para la serie OM, y los clics de un aro de un auténtico objetivo Nikkor de las primeras series! Y digo de las primeras, porque Nikon ya emasculó a sus objetivos desde la serie G… pero otros le siguieron. Sincera y comparativamente: me gustan más los clics de los Nikkor, por lo sutil, si bien los de Olympus son más recios y varoniles…bordeando lo tosco. Desde luego, en todo caso nada que ver con los de una Pentax Spotmatic: los registros de los clics del aro de aberturas de diafragma de sus Super Takumar superan en tacto y sonido a los todos los citados anteriormente, y desde luego la “educada” contundencia de los clics de su selector de tiempos de exposición supera la rudeza del de la primera Nikon F, quizá gracias al calculado diámetro del tambor…
No es menos cierto que en ambas áreas, diafragma y tiempos, la discreta contención de los clics de una Topcon RE Super, marcan una cierto cortés distanciamiento que los hace muy sugerentes y distintos… todo es –claro está– cuestión de gusto personal.
Y no debería entrar en ejemplos tales como el control por clics de la compensación de exposición en una Olympus OM-2… por caridad cristiana hacia los sistemas secuenciales equivalentes de las cámaras modernas, sean digitales o no.
Lo cierto es que los clics nos permiten un manejo muy intuitivo de los controles fundamentales de un aparato fotográfico y más concretamente los de una cámara fotográfica. Quizá se nos haya olvidado ya, pero mediante los clics podemos realizar ajustes precisos sin mirar a la cámara, solo con el tacto, incluso en la oscuridad. Y no solo podemos hacer variaciones precisas de ajuste: ¡podemos conocer el ajuste “contando” clics! Sabremos si estamos a plena abertura, o a f/5,6 y a 1/1000 de segundo o quizá a 1/60 de segundo: solo es cuestión de conocer los límites de nuestro aparato y… contar clics.
De hecho, en algunos objetivos para las duras y nobles cámaras Robot, sobre todo en las versiones para la “Luftwaffe” o fuerza aérea germana, también operaban bajo el concepto de los clics los propios aros de enfoque: de esa manera, al simple tacto, el fotógrafo podía –puede– conocer la distancia a la que tiene enfocado su objetivo.
La realidad es que resulta bastante más difícil de mecanizar y montar un fino dispositivo mecánico por clics, que un rueda selectora y un contacto eléctrico, y por eso, y por razones que todos conocemos, los ajustes por clics, mediante tambores y aros de selección, de valores de tiempos de exposición y de aberturas, han desaparecido casi por completo de las cámaras de hoy en día, con algunas honrosas excepciones. De hecho, la incorporación de esos modos de ajuste a un modelo concreto de cámara, se considera, y es, un detalle de costoso refinamiento.
Y de la misma manera que, en un vehículo terrestre a motor, un cambio de marchas manual nos ofrece un control sin igual sobre la máquina, además de un sobrio y contundente tacto mecánico frente a un anodino, gomoso y un tanto impredecible y quizá traidor cambio automático, nada igualará, para un fotógrafo “de raza”, el control y sentimiento que le puedan ofrecer, los clics de un aro de abertura en la punta de los dedos de su mano izquierda, y los precisos clics de su selector de tiempos de obturación bajo los pulpejos de los dedos de su mano derecha. Incluso antes de echarse la cámara a la cara. En la oscuridad, bajo cualquier circunstancia.
Si: recuperemos los clics, los auténticos clics.
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