© Valentin Sama
Siempre he pensado que nuestra cámara debe ser una extensión de nuestra mente y visión, y que debemos poder emplearla sin tener que comprobar sus ajustes, de la misma manera que un buen conductor fluye sobre la carretera, sin tener que comprobar visualmente "si va en tercera o en segunda", o al igual que un jinete se comunica con su montura casi telepáticamente, con ligeros toques de rodilla.
Frente a aquellos que entienden sus Leica como un objeto de status, como un adorno de lujo, me parece un ejemplo la Leica M de Elliot Erwitt. Su acabado era negro, pero parece evidente, que la ha sostenido en sus manos largo tiempo.
En lugar de rechazarla de su rostro, como parece obligatorio para capturar imágenes con la mayoría de aparatos digitales al uso, se me antoja que ha debido mantenerla muy, muy, cerca de su cara, de sus ojos, quizá incluso mientras sueña con carismáticos perros.
http://www.magnumarchive.com/c/htm/TeePf_MAG.aspx?ID=ERE"
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