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El concepto Leica Monochrom, revisitado [«don´t be a fool»]

Ahora, que hasta los medios generalistas descubren –con particular entusiasmo– el actual concepto «Monochrom» de Leica, parece ser un buen momento para echar la vista atrás y recuperar los orígenes de esa atrevida decisión de la firma, tomada ahora hace casi 14 años, y cuya idea conceptual se remonta, lo crean Uds. o no, a casi 8 años antes de su comercialización. (1).

Para ello, he decidido «tirar de mi fondo de armario» y volver a tomar en mis manos una unidad de la primera Leica Monochrom del año 2012, y así hablaros de ella: una cámara también llamada coloquialmente «Leica M9M», por tratarse de una suerte de versión «sólo para blanco y negro» de la Leica M9. Oficialmente, por nombre de catálogo, sería la «Typ-10760». y por nombre clave interno, «Henri». (2)

© Valentín Sama

A fin de centrarnos, analicemos los principales rasgos característicos de esta primera Leica Monochrom, que se inscribió hace ya casi 14 años en la serie «M» telemétrica de la firma:
  • Visor: telemétrico para enfoque manual tradicional de la serie Leica M.
  • Sensor: CCD monocromo, libre de pauta Bayer y filtro de paso bajo. Fabricado por Kodak (3)
  • Resolución: 18 Mpx. (19 Mpx. totales)
  • Pixel pitch o «tamaño» del fotodiodo: 6,8 µm (casi el doble que las 3,76 µm de la M11 Monochrom)
  • Formatos de archivo: DNG (RAW), JPEG, y DNG + JPEG
  • Ajustes ISO: de ISO 320 a ISO 10.000, con un subforzado o «Pull» de IE 160
  • Monitor LCD a color de 232.000 puntos
  • Modos de exposición: manual y automatismo de prioridad a la abertura de diafragma
  • Medición: promedio con fuerte preponderancia central
  • Histograma para toma realizada en base a los datos RAW, con niveles de avisos finamente ajustables para sombras y luces. 
  • Sin vídeo, sin Live-View, sin GPS, sin Wi-Fi, sin pantalla táctil... «Das Wesentliche». Lo Esencial.
(Al final, ficha completa)

¡Y con esos bueyes –o más bien tractor «Bulldog Lanz»– tenemos que arar! (4)

© Valentín Sama

Y resulta que, a pesar de su equipamiento un tanto espartano para los tiempos que corren ahora, la Monochrom 10760 original o «Henri», se ha convertido en una suerte de cámara de culto, y más de uno prefiere –sea nostalgia o no– la calidad de imagen ofrecida por su CCD a la obtenida mediante algunas de las generaciones posteriores de cámaras Leica Monochrom, dotadas ya de los hoy ubicuos sensores CMOS.

Independientemente de que sea CCD o CMOS, en la práctica, las ventajas principales del sensor de una Leica Monochrom, se sustentan en el hecho de que sus prestaciones no estén «capadas» por la presencia de la pauta Bayer de filtros de colores RGB, y ello por varios aspectos:
  • Al menos un punto o punto y medio más de sensibilidad efectiva al no padecer la absorción de luz de esos filtros.
  • Menor nivel de ruido comparable a cada uno de los ajustes ISO gracias a una mejor relación señal/ruido y menor necesidad de aumentar la ganancia
  • El ruido es exclusivamente de luminancia, obviando el sucio ruido de crominancia
  • Se evita la necesidad de interpolación de color, y con ello se alcanza, por un lado, una aún menor incidencia de ruido, y por otra, menor grado de aparición de artefactos por «aliasing», así como mayor nitidez.
Más adelante, tras las notas de manejo de la cámara, analizo las estructuras de estos sensores, y veremos si todo son virtudes o quizá el sensor Monochrom tenga sus «contrapelos felinos». Así, por ejemplo, si la mayoría de tus tomas con una Monochrom –sean de la serie M, o de la serie Q– aparecen repelentemente planas, o incluso acompañadas en algún caso de luces empastadas, quizá te haya merecido la pena –al final– haber leído este artículo.

Os adelanto: enfrentados al uso de los sensores Monochrom de Leica se puede aplicar muy bien el aforismo de Alexander Pope que dice: «Fools rush in were angels fear to thread».

Leica Monochrom «Henri» o «10760» en la mano

La primera sensación es de compacidad y ligereza relativa: parece que no, pero sus meros 600 gramos frente a los 680 gramos de la Typ 246 –la segunda versión de la Monochrom– se dejan notar.
También es un milímetro menos gruesa que la M11 Monochrom y 2,1 mm menos que la Typ 246, si bien 4,6 mm más que una M4-P fílmica. (5)

© Valentín Sama

Para los que hayan usado el visor de una Leica M, por ejemplo desde la M4-P hasta la M9, todo resulta familiar respecto a los marcos disponibles para las distintas focales –28/90 mm, 50/75 mm, y 35/135 mm– así como en lo que concierne a la claridad del visor y la «mancha» del telémetro. En este caso, a diferencia de la M4-P (sin exposímetro), disponemos adicionalmente de indicación para el tiempo de obturación, y la compensación de exposición, así como de sugerencias para el ajuste de la exposición manual. Todo...«de manual» de Leica, con sus clásicos diodos rojos...

El disparo es suave, pero el «rearmado» del obturador me recuerda al de la M8, que –dicho sin acritud– no me gustaba nada: se percibe bastante claramente el sonido de un motor y sus engranajes moviendo las palas metálicas del obturador. Tal es así, que el menú ofrece un modo que llama «discreto»: en ese modo, una vez producido el disparo, el obturador no se rearma hasta que levantemos el dedo del disparador...
Eso sí: el «punto» del botón disparador, de la liberación del disparo, es simplemente perfecto.
El avance nos ofrece modos de fotos a foto, continuo y autodisparador. Pocas sorpresas.
El obturador nos permite ajustar tiempos de 1/4.000 seg a 8 segundos en el modo manual, además de «B». Y por supuesto, ajustes intermedios en el modo «A».

La batería, de 1.800 mAh, es la misma que alimenta  los modelos M8 y M9. Además de la oficial de Leica –a su precio– pueden encontrarse algunas clónicas de un rendimiento digno, al menos como «backup». Ojo a las tarjetas: sólo los dos firmware más recientes reconocen las de 32 Gb (y nunca las de 64 Gb). Si el firmware es anterior, tampoco las de 32 Gb. © Valentín Sama

La pantalla o monitor, con sus 230.000 puntos de imagen, es tan limitada, que algunos columnistas especializados norteamericanos la han calificado como... «crappy», y os ahorro la traducción. De hecho, si amplías la imagen mediante el dial giratorio... ¡aún se ve peor, pues es un «aumento vacío»!

Pero a mí, que –francamente, por edad, las he usado mucho peores– no me arredra, ya que la uso sólamente para estudiar ese soberbio histograma en todo su ancho, y acechar así con intensidad casi enfermiza la posible aparición de las señales rojas de «clipping» en las altas luces. Más sobre este aspecto, más adelante.
Dado que tenemos un CCD, y no un CMOS, la visualización será siempre tras la toma: no disponemos de «Live-View».

No podemos olvidar que esta Monochrom que tenemos ahora en mano, fue la primera de la serie, y así, rasgos que ahora nos son más o menos familiares en las serie Monochrom, en aquel momento lo eran rompedores. De esa forma a una estética casi «furtiva» se suman un mínimo posible de pulsadores y sobre todo, funciones.

En lo primero, un cuerpo negro mate anodizado, sin el«punto rojo» y sin inscripción alguna, salvo unos discretísimos grabados –siempre en negro– en la zapata portaaccesorios MONOCHROM así como en la parte superior del dorso: LEICA CAMERA  MADE IN GERMANY.

Del mucho uso, –pero no abuso– comienza a insinuarse la aparición del dorado del latón... © Valentín Sama

Para el dorso, una gran sencillez: además del pulsador «MENU» a la derecha y el clásico conmutador de cuatro vías y una rueda selectora, encontramos, a la izquierda, los botones «PLAY», «DELETE», «ISO», «INFO» y «SET». Es cierto que las modernas M11M se arreglan con menos pulsadores,  pero se confían más a un acceso secuencial y táctil; me gusta también, si no más, el concepto «antiguo» de, «un botón, una función».
Puesto que no hay vídeo ni otras fruslerías, el menú –aunque de estética ahora «antigua»– es de lo más sencillo, y además de excelente legibilidad.

© Valentín Sama

© Valentín Sama

La primera Leica Monochrom incorporaba ya el sistema de reconocimiento óptico de objetivos por códigos de 6 bit: ver la montura del objetivo (arriba), además del lector sobre la bayoneta de la cámara © Valentin Sama

Como anticipo de las Monochrom que le seguirían, la «Henri» ofrecía ya las opciones de «virado» al selenio, sepia, o tonos fríos (azul) para los JPEG.
No faltaba la lectura automática de la codificación de objetivos por códigos de seis bit, ni la introducción manual de los datos de los objetivos. Con el firmware de mi unidad, el 1.008, se dispone de hasta 36 ajustes manuales para muy distintas ópticas Leica. Con el firmware más reciente, el  –1.022– al que he actualizado con éxito, al parecer se incluyen algunas ópticas más, pero el límite de tarjeta se queda en los 32 Gb.

Puesto que en estas series, hasta la Typ 246 inclusive, para extraer la tarjeta de memoria hay que llevar a cabo la –más bien– anticuada rutina de retirar la base de la cámara, un puerto UBS 2.0 nos permite descargar las imágenes mediante cable. © Valentín Sama

Leica Monochrom: cómo manejar la exposición

Puesto que, tal como se puede leer en el apartado técnico posterior, el riesgo de «quemar» las luces de forma irrecuperable es una de las particularidades –curiosamente menos frecuentemente comentadas– de los sensores Monochrom, disponemos de varias herramientas para minimizar ese riesgo. Nada nuevo, realmente, pero conviene recordarlas:
  • Medir, evaluando antes cuidadosamente la escena, y colocando el centro de esa medición central de la Henri en la zona más adecuada de la misma... a criterio del fotógrafo.
  • Llevar la contraria –en este caso– al amigo Mellado, e «izquierdizar» el histograma
  • Ajustar cautelarmente los avisos de «clipping» al menos al 2% (sombras) y al 98% (luces)
  • Adicionalmente, podemos llevar, por sistema, la compensación de la exposición a -1/3 EV (en modo «A»).
  • Y finalmente, como solución «nuclear», hacer «bracketing» (0, +1/2 y -1/2) partiendo de esa compensación de -1/3 en modo «A». Usar la opción de hacer las cinco o incluso las 7 tomas que permite la opción de «bracketing», sería ya un poco «de cobardes» pero el miedo es libre...
En la parte inferior de la cámara oscura, un fotodiodo, dotado de un objetivo, «mira» en ángulo hacia la cara anterior del obturador... 

... de tal forma que «lee» el valor de la luz reflejada por las laminillas del mismo. La pauta de tonos grises, unida al ángulo de toma del fotodiodo, redundan en la lectura «promedio con fuerte preponderancia central». Este sistema influye poderosamente en el comportamiento dinámico de la Monochrom. Ambas: © Valentín Sama (6)

El histograma RAW, la medición y el Maestro Ansel Adams

En la Leica Monochrom «Henri» o Typ 10760, el histograma muestra los datos relativos al archivo RAW, lo que –en principio– supone una clara ventaja frente a una gran mayoría de otras cámaras, que muestran los propios de los JPEG, ya comprimidos.

Para la visualización, de ese histograma se aplica una curva gamma, a efecto de utilizar el máximo posible del ancho de la pantalla. (7) Pulsando el botón «info» podemos ver los clásicos avisos para «fuera de gama», de sombras y luces. En azul y rojo... ¡que para eso (y para el menú) en una cámara monocroma la pantalla LCD es en color!

Un histograma, real (captura de pantalla), típico, de una escena con una muy amplia escala tonal. Como puede verse hay avisos de rango discreto, tanto de sombras empastadas (azul) como de luces saturadas (rojo). Esas luces serían irrecuperables, salvo por un detalle: por precaución, los avisos estaban ajustados al 98% y al 2% respectivamente, a fin de tener un poco de margen de seguridad. © Valentín Sama

Eso sí, puesto que  trabajamos con un CCD y no un CMOS, sólamente podremos analizar el histograma tras la toma. Ahora bien, precisamente por ofrecernos el histograma los datos RAW, «no hay más cera que la que arde»: si las luces están quemadas, no hay reserva alguna que rescatar. Veremos ls razones más adelante, en el apartado técnico.
Por el contrario, las sombras se dejan recuperar notablemente bien en postproducción.

Por ello, los diseñadores de la Monochrom ya nos ofrecían los ajustes para avisos de «clipping» vía menú de la siguiente forma:
  • Sombras: del 0 al 5%
  • Luces: del 100% al 95%
A partir de ahí, cada fotógrafo decidirá si aplica alguno de esos ajustes para gozar de un poco de margen de seguridad.
Y ahí sería donde entraría el sistema de medición y nuestro maestro Ansel Adams.

El sistema de medición de esta primera Monochrom es «promedio con fuerte preponderancia central». Según dicen, muy lógico en una cámara telemétrica en la que la atención se centra mucho en la mancha del telémetro... que es central. Huhmm...

Usar un exposímetro puntual de un grado con una cámara que ofrece medición TTL... ¿una locura? Pues... depende. ¿Por qué no? © Valentín Sama

Pero no disponemos en el visor –óptico– de información alguna acerca de la cobertura de esa medición, y por tanto se requiere de una cierta habilidad práctica para «colocar» bien la misma.
Ello, en combinación con la nula tolerancia a la sobreexposición del sensor Monochrom invita pronto al desastre de luces quemadas. En ese punto sería cuando una parte de las enseñanzas del Sistema de Zonas nos serían de utilidad, sobre todo si dispusiésemos de un sistema de medición puntual, tipo de medición que no llegaría hasta las siguientes ediciones de las Monochrom, desde la Typ 246 en adelante.

Para esta toma crepuscular, se hizo una medición puntual de un grado de ángulo sobre el edificio blanco del fondo, iluminado por los últimos rayos del sol poniente; para colocarlo en la zona adecuada (Zona VIII) se dio un punto y medio de exposición más (en lugar de dos o dos y un tercio para un blanco puro) a fin de preservar las finas texturas. Las sombras se levantaron mínimamente en postproducción a partir del DNG hasta dejarlas en Zona III/Zona II. (ver nota, al final) Aplicar aquí, sin intervención alguna, el sistema de medición nativa de la cámara, hubiese conducido a un blanco sin textura del edificio clave y a un cielo parcialmente sobreexpuesto. ObjetivoVoigtländer Color-Skopar 35 mm f/2.5 a f/4. ISO 320 © Valentín Sama

Lo suyo sería evaluar la escena sobre todo midiendo –si fuese posible– la luminancia de las altas luces en las que deseemos gozar de textura y ajustar la exposición de manera acorde, para «colocarlas» en la zona adecuada. (ver arriba) Para ello, sobre todo con esta primera «Henri», podríamos emplear un exposímetro puntual de un grado, ajustando la exposición de nuestra Monochrom manualmente. Pero no es menos cierto que ello va un poco en contra de... «lo establecido»: que las Leica son cámaras ágiles, de uso rápido.
Otra fórmula, por supuesto, sería aprender a posicionar bien la zona de medición central e interpretar bien sus indicaciones.

Para esta escena, a contraluz, de enorme contraste añadido por las características de sus componentes, no iba «armado» con mi exposímetro puntual. Realicé varios disparos hasta comprobar –vía histograma– la ausencia de luces «quemadas» en el cielo, y levanté las sombras de los oscuros cipreses en el DNG. Objetivo Voigtländer Color-Skopar 35 mm f/2.5 a f/8-11. ISO 320 © Valentín Sama 

Un edificio gris en un día gris... Una toma «gris»... hasta que ampliamos y examinamos los valores de la «capa» del perro y las sombras profundas. ObjetivoVoigtländer Color-Skopar 35 mm f/2.5 a f/8-11. ISO 320. © Valentín Sama

Ver: galería de imágenes más adelante

Ya desde la segunda Leica Monochrom –la Typ-246– a las más recientes Monochrom, tales como la M11 Monochrom y la Q3 Monochrom, merced a la capacidad Live-View de sus sensores, CMOS, se dispone de medición puntual, y adicionalmente, las últimas citadas ofrecen un compendio de modos más avanzados con los que nos podemos enfrentar con mayor gallardía a los contrapelos de los sensores Monochrom:
  • Modos de medición, puntual, preponderancia para altas luces, promedio con preponderancia central, y matricial.
  • Histograma previo a la toma, con avisos de «clipping»
  • Sensor con resolución nativa de 60 Mpx que podemos reducir a 36 haciendo «pixel binning» y ganando con ello aproximadamente un punto más de rango tonal.
Sólo faltaría tener el fondo, el poso de haber trabajado con las críticas emulsiones para películas inversibles en color (diapositivas), que soportan poco más de ± 0,5 puntos de sobre/subexposición, para entender cómo aplicar en nuestro favor esos sistemas de medición en una –en cierta forma– no mucho menos crítica Monochrom.

En todo caso, a fin de lidiar con éxito con la idiosincrasia de un sensor Monochrom, debemos entender un principio fundamental: a la hora de exponer correctamente es lo más opuesto a una emulsión negativa en blanco y negro, y lo más parecido a una película para diapositivas... en blanco y negro.
Y no sólo hay que saber evaluar la escena y colocar bien la medición, hay que estar dispuestos a trabajar los archivos DNG en el «cuarto oscuro digital», con la ventaja –eso sí– de una atmósfera menos cargada.

De nuevo, recordad: con los sensores Monochrom, especialmente en los dos primeros modelos de cámara, se aplica aquel aforismo de Alexander Pope citado más arriba que dice: «Fools rush in were angels fear to thread».

Antes de llegar a las conclusiones –al final de este artículo– si queréis saber más acerca de las razones para todo lo anterior, os recomiendo un buen grado de paciencia y leer todo lo que sigue.

El sensor Monochrom, en profundidad

Mucho de los que sigue, probablemente ya lo sabéis, pero... quizá no todo, lo comprobaremos sobre todo si llegáis hasta el final. Promesa.


Sensor para color según pauta Bayer. Dos píxeles verdes para cada uno rojo y azul. Creative Commons

Vamos a ver las razones por las que si se evita la necesidad de interpolación de color, como es el caso de un sensor Monochrom, con ello se alcanza, por un lado, una aún menor incidencia de ruido, y por otra, menor grado de aparición de artefactos por «aliasing», así como mayor nitidez.

En un sensor para color la aplicación de los filtros selectivos RGB tiene como objeto que cada fotodiodo en particular pueda «ver» sólo la longitud de onda o «color» correspondiente. Mediante ese en principio genial sistema, en cada fotodiodo, pixel, o punto de imagen cubierto por un filtro verde, azul o rojo, podremos conocer el color correspondiente al presente en el punto de la escena proyectado por el objetivo de la cámara sobre ese mismo fotodiodo. No haría falta decir que excluyo de la conversación a la arquitectura Foveon. 

Pero… porque hay más de un «pero» muy importante: 

En ese fotodiodo «verde», «rojo», o «azul» ¡desconocemos el color del «punto objeto» correspondiente al «punto imagen» fuera del propio cubierto por su filtro! Vamos, que… ¡«ni idea» del resto de los colores!
Para reconstruir la imagen en color a partir de una información tan incompleta, podemos recurrir a un subterfugio…o si se prefiere «chapucilla»: explorar, «inquirir» a los fotodiodos próximos acerca del valor o densidad de color que «ven», y asignarle ese valor al fotodiodo ciego al mismo. Esto es, literalmente, por las buenas, «nos inventamos» una gran parte de la imagen.

Imagen con un sensor de pauta Bayer antes de interpolación © Leica

Imagen del mismo sujeto, mediante un sensor Monochrom © Leica

Pero, además, puesto que el reparto de esa pauta de píxeles de color ya hemos visto que es del 50% para el verde, el 25% para el rojo y el 25% para el azul, la resolución de estos dos últimos colores está infrarepresentada.
A ello se suma que los canales rojo y azul sufren –por las características propias de los filtros– un grado de absorción de luz superior al verde, y ello hace que resulten especialmente «ruidosos» por necesitar que se les aplique una mayor ganancia; su relación señal/ruido es inferior. Ello afecta especialmente al azul.

Pues bien, por si fuera poco, al realizar esa interpolación de color, fusionamos en uno sólo los niveles y característica de ruido de cada uno de los tres canales RGB, obteniendo como resultado un grumoso «engrudo» o «papilla» de pautas de ruido, o «grano digital». Una imagen bastante «sucia».
Así el Monochrom no sólo sería superior en los aspectos citados, sino que –en el CCD de la primera Monochrom– cada píxel registra 14 bits de luminancia en todo el espectro pancromático, ofreciendo matemáticamente 16.384 matices de gris.

Respuesta oficial de sensibilidad espectral de un sensor Leica Monochrom en comparación con una película negativa en blanco y negro Kodak T-Max 400 © Leica

Espectro electromagnético y espectro visible para el sistema de visión humano. 

Podemos comprobar, a través de los gráficos de arriba, que el pancromatismo del sensor Monochrom de Leica, sigue una curva más dulce que el de una película en blanco y negro de referencia (Kodak T-Max 400), y que hace una cierta, aunque atenuada, incursión en el infrarrojo cercano. El filtro IR sobre el sensor se indica –en la hoja técnica– que corta desde los 700 nm en adelante. Quizá dedique un artículo específico a este aspecto.

¡Pero, no todo ventajas en un sensor Monochrom!

Derivados de la propia concepción del sensor Leica Monochrom, hay aspectos que nos pueden conducir a imágenes de una calidad desconcertantemente alejadas de lo esperado. Sobre todo, si nos pensamos que «trabajar con Monochrom, en blanco y negro, es lo más parecido a trabajar con película en blanco y negro».
La razón, aparentemente oculta, es por otro lado relativamente sencilla, veamos uno de los casos.

Si uno de los píxeles, o fotodiodos, por el brillo del punto correspondiente de la escena se satura debido a la exposición que recibe… no hay recuperación posible en postproducción. Ello se debe a que –al revés que un Bayer– no podemos «tirar» de la reserva de detalle de los fotodiodos de color contiguos; no hay posibilidad de utilizar en nuestro rescate la tan denostada interpolación. Nos son inaccesibles esos datos.
Así, pues, mucho cuidado con seguir la recomendación generalizada de «derechear el histograma» sin consideración: en las zonas fuera de gama por sobreexposición, obtendremos un feo blanco lavado, sin textura, irrecuperable. Ya hemos visto con anterioridad... ¡que es necesario «izquierdizar»!

Una maravillosa escala tonal y detalle. La cuidadosa medición me permitió colocar la pared más luminosa del edificio de la izquierda en zona Zona VIII y el resto cayó de forma natural en las demás. Objetivo Voigtländer Color-Skopar 35 mm f/2.5 a f/5.6-8. ISO 320 © Valentín Sama

Unos segundos después, alejándome dos metros. La falta  de atención en la medición mientras me centraba en seleccionar ajustes para f/22 e hiperfocal... me llevó también a no comprobar el histograma tras la toma, con la consecuencia de llevar fuera de gama a la misma pared de la imagen anterior; imposible recuperar textura alguna ahí...
Fallo de «novato en Monochrom». Objetivo Voigtländer Color-Skopar 35 mm f/2.5 a f/22. ISO 320 © Valentín Sama

Por otro lado, allí donde, en postproducción, a la hora de convertir un archivo originalmente en color a blanco y negro, podemos jugar con esos bonitos cursores de color para influir sobre la apariencia de la imagen, en los archivos de una Monochrom, tendremos sólo los ajustes típicos de niveles, curvas, brillo, contraste etc., etc. Si queremos influir sobre esos aspectos de la imagen, tendremos que filtrar en cámara, al hacerla toma. Y en eso, también, radica uno de los placeres del empleo de las cámaras Leica Monochrom. Recuperaremos el uso de los filtros, amarillo, verde, naranja, azul... y con mucho conocimiento de causa, quizá el rojo, ya que este último provoca «focus shift» con los sensores. 

Leica Monochrom 10760: conclusiones

Antes de finalizar: hasta ahora, hemos hecho hincapié en el bajo ruido y alta sensibilidad efectiva de los sensores Monochrom, pero... ¿qué tal era y es el rendimiento de este CCD de la primera Monochrom?
Primero, vamos a ver la gama de índices ISO que nos ofrece:

© Valentín Sama

Un ISO base de 320 no debería sorprendernos, debido al «empuje» que supone la no absorción de luz por los filtros de color, y un máximo de «tan sólo» ISO 10.000 podría parecer poco ahora que se ha institucionalizado lo que yo llamo «modos unicornio rosa», en algunos casos recientes de hasta IE 409.600...

Pero cabría hacer un matiz y una consideración: primero, que hablamos de una cámara presentada hace ahora casi 14 años, y segundo: ¿qué calidad de imagen no ofrece ese sensor a la gama ISO propuesta?

Y eso, ahora mismo lo vamos a ver, partiendo de una base: ese ajuste ISO «subforzado» de IE 160 no ofrece más calidad que el de 320, sino menos, (8) y se propone para aquellos casos de luz intensa en los que deseemos poder aplicar aberturas de diafragma mayores sin recurrir a un filtro ND, que sería, probablemente, más adecuado.

Para la prueba, he elegido un sujeto de intensidad de iluminación bastante baja, y con una muy amplia gama tonal, que va desde las dos luces especulares –sobre el techo del vehículo gris plata en primer plano– hasta las sombras más profundas de los vidrios «ahumados» de la fachada sin iluminar; y todos los valores intermedios.
Tomas sobre trípode mediante un Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/5.6.
Os invito a abrir y descargar los archivos y a examinar sus valores tonales y niveles de ruido. (9)
Los archivos son resultado de pasar a JPEG en alta los archivos DNG sin ajuste alguno.

Toma a 1.250 ISO. Con los ajustes a 98% y 2%, puede verse el histograma y los discretos «avisos» de sombras y altas luces en azul y rojo, respectivamente. © Valentín Sama

IE 160 © Valentín Sama

ISO 320 © Valentín Sama

ISO 640 © Valentín Sama

 ISO 1.250 © Valentín Sama

ISO 2.500 © Valentín Sama

ISO 5.000 © Valentín Sama

ISO 10.000 © Valentín Sama

A continuación, una pequeña galería de tomas de campo que nos permitirá apreciar mejor las bondades de esta Leica Monochrom original de 2012.

Objetivo Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/8. ISO 640 © Valentín Sama

Si la gama tonal –más arriba– con partes del edificio en sombra y partes en sol, es extraordinaria, qué podemos decir de la capacidad para restituir detalles finos. Ambas, Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/8. ISO 640. © Valentín Sama

Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/5.6-8. ISO 640 © Valentín Sama

Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/4-5.6. ISO 320 © Valentín Sama

Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/5.6-8. ISO 320 © Valentín Sama

Voigtländer Color-Skopar 35 mm f/2.5 a f/5.6. ISO 640 © Valentín Sama


Un poquito de caos urbano en un barrio en transformación. Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/5.6. ISO 320 © Valentín Sama

Pues bien: como puede verse, la Monochrom original, cumple con lo prometido de muy amplia gama tonal, alta sensibilidad útil, y extremadamente alta nitidez de imagen; siempre que la calidad óptica de los objetivos acompañe, claro, y aquí rige lo mismo que en las antiguas cartillas del Servicio Militar: se le supone, como el valor al soldado.

El ruido, es lo más parecido a un grano «orgánico», fílmico que pueda verse en B/N y de hecho es más limpio que el ofrecido por lo más sensible que podemos disfrutar en películas negativas de blanco y negro, pero a índices superiores hasta en dos o tres pasos que el máximo real de ISO 1.000 que podemos encontrar en los catálogos de Kodak e Ilford.

En cuanto a la experiencia de manejo, personalmente agradezco mucho tanto lo conciso de sus modos, como lo referente a prestaciones, que se aproxima tanto a «lo Esencial», –«das Wesentliche», según la propia Leica– que me recuerda mucho, en cierta forma, al empleo de una Leica M10D, el modelo «sin pantalla» de la firma.
Las ya tantas veces por mí citadas peculiaridades del sensor Monochrom –su carisma– pueden hacer las delicias de aquellos fotógrafos cuya «religión» es el uso en el modo manual; sabiendo analizar las luminancias de la escena, previsualizando los resultados y midiendo la exposición de forma acorde para colocarla en la parte de la escena más propia, a fin de colocar cada valor en la Zona deseada.

Fotografiar con la Monochrom 10760 viene afectado  de menos distracciones que las propias de modelos posteriores sin duda más completos y sofisticados, y eso convierte su uso en un placer muy parecido al de la conducción de un vehículo ICE, clásico de los años 70/80. Sin asistencias, pura conducción basada en la asunción de sus fortalezas y debilidades y la experiencia del fotógrafo. Un gentil desafío con una elegante tecnología de ayer..

Cuidado: probar una «Henri», puede ser altamente adictivo...

¿Comprar una Leica Monochrom 10760, «M9M» o «Henri»?

Tras todo lo leído, ¿te tienta la adquisición de una unidad de este primer y carismático modelo de Leica Monochrom? ¿Y más, hoy, el día del Sorteo de Navidad?

Pues bien: deberías saber que algunas unidades de, tanto este modelo, como el de base, la Leica M9, sufrieron un inesperado problema de corrosión del filtro infrarrojo producido por la afamada Schott. Detectado el problema, Leica sustituyó, sin cargo «todos» los sensores afectados, incluso en cámaras ya fuera de garantía. Entrecomillo lo de «todos» porque pueden quedar unidades por ahí cuyos propietarios no hicieron uso de ese servicio por mil razones posibles. Y ya no hay repuestos asequibles.

Por eso, al hacer una compra, hay que asegurarse de que la unidad en cuestión goza de un sensor renovado, en condiciones. Preferentemente en un establecimiento que ofrezca garantías.
Para esas unidades Monochrom plenamente funcionales, he contrastado precios, en «pre-owned», que van de los 3.500 € a los 7.000 €, según estado cosmético e inclusión, o no, de pequeños accesorios.

Leica Monochrom Typ-10760: ficha técnica

Serie: Leica M, telemétrica
Montura: bayoneta Leica M con lector óptico de códigos a 6 bit.
Base mecánica del telémetro: 69,25 mm 
Factor del visor: 0,68X
Base efectiva: 47,09 mm
Parejas de marcos de encuadre para 28/90 mm, 35/135 mm, y 50/75 mm
Formato: Barnack 24 x 36 mm
Sensor: CCD monocromo, libre de pauta Bayer. Fabricado por Kodak (*)
Píxeles totales: 19 Mpx
Píxeles útiles nominales: 18 Mpx.
Pixel pitch: 6,8 µm (casi el doble que las 3,76 µm de la M11 Monochrom)
Resolución: 5.212 x 3.472 (18.096 Mpx.)
Perfil: sRGB
Formatos de archivo: RGB (DNG )(*), JPEG, y DNG + JPEG
Ajustes ISO: ISO 320 (base) a ISO 10.000, con un subforzado o «Pull» de ISO 160
Soporte: tarjeta SD
Obturación: planofocal
Tiempos de obturación: de 32 segundos a 1/4.000 seg. (Sincro-flash a 1/180 seg)
Medición: TTL promedio con preponderancia central
Modos de exposición: manual asistido y automatismo con prioridad a la abertura.
Compensación de exposición: ±3 puntos en incrementos de 1/3  de punto.
«Bracketing»: 2, 5, o 7 fotogramas hasta ±2 puntos en incrementos de 1/3 de punto y opción de orden de muestreo.
Armado: electromecánico
Ráfagas: hasta 2 f.ps.
Grabación de vídeo: No
Wi-Fi: No
Monitor: TFT a color, de 2,5” y 230.000 puntos. (**) Vidrio de zafiro. No articulado ni táctil.
Cuerpo: en aleación de magnesio, con paneles superior e inferior en latón.
Acabado: anodizado negro y similcuero.
Dimensiones: 139 x 80 x 37 mm para 600 gramos de peso
Conectividad: zócalo USB 2.0 (480 Mbit/seg)
Alimentación: batería de ión-litio de 1.800 mAh. Compatible con la propia de las M8 y M9.
(*) 14 bit, sin compresión; 36 Mb
(**) Para el menú en color y los avisos de luces y sombras en el histograma.

Objetivo Leica Elmarit-M 90 mm f/2.8 a f/4. ISO 320. Al amanecer. © Valentín Sama

© Valentín Sama



«La técnica es a la fotografía lo que la ortografía y la sintaxis a la buena escritura.»

Malarubra Fukushita

Por razones técnicas los eventuales comentarios no deben exceder en extensión las 1.000/1.500 palabras, estando sujetos a moderación.


(1) Durante casi 10 años antes de su lanzamiento hube de mantener el compromiso de confidencialidad con una fuente de Leica que me informó que disponían ya de un dossier con el proyecto de una cámara «sólo para blanco y negro».
(2) Durante las fases de su desarrollo, las nuevas cámaras Leica M se conocen, a nivel interno de fábrica, por un nombre clave; para la primera Leica Monochrom el nombre clave fue «Henri», en honor de Henri Cartier-Bresson.
(3) Kodak tuvo fama de fabricar los mejores CCD con pauta Bayer, y existía una muy buena razón para ello. La firma tenía una división aparte dedicada a la producción de colorantes industriales y para la ciencia, y en base a ello tenía la capacidad de producir los propios para los filtros de la pauta Bayer, con una «capacidad de corte» muy precisa para cada longitud de onda.
(4) Pienso que, ningún chico que haya vivido en las Provincias Vascongadas en los años 50 del siglo pasado, podrá olvidar el sonido del arranque en frío de un tractor Lanz con su único pistón y masivo volante de inercia.
(5) La M11 Monochrom pesa 542 gramos en la versión negra y 640 gramos en la versión plata (aluminio vs latón)
(6) En los modelos M11, el sistema opera siempre en modo «Live-View», a obturador abierto. Las mediciones –en los distintos modos– se hacen ya por lectura de los valores del sensor.
(7) Aproximadamente segundo y medio tras la aparición del histograma en pantalla, «se mueve» y hace un reajuste en ancho y alto.
(8) Debido a la compresión, se reduce en un punto el rango dinámico
(9) Con exclusión del vidrio esmerilado central de la puerta, que adolece de ruido alterado en postproducción. .

Nota, según Ansel Adams:

Zona 0: Negro puro. En un negativo en blanco y negro, «base más velo».
Zona I: El umbral respecto a la Zona 0; ligera tonalidad, pero sin detalle alguno.
Zona II: Primera sugerencia de textura; tonalidades profundas que representen aquellas partes más oscuras de la imagen en las que se requiera algo de detalle.
Zona III: Materiales oscuros promedio y tonos bajos que muestren textura adecuada.
Zona IV: Rocas oscuras, follaje oscuro, sombras en paisaje abierto, valor de la piel caucásica en la zona en sombra de un retrato al sol.
Zona V: El gris medio de un 18% de reflectancia, piel oscura, madera vieja, rocas grises, el valor para el que están calibrados todos los sistemas de medición.
Zona VI: Partes en sombra de un paisaje nevado bajo la luz del sol, piel caucásica promedio iluminada por el sol o cielo nublado difuso.
Zona VII: Piel muy clara, objetos grises, nieve promedio bajo luz contrastada lateral.
Zona VIII: Blancos con textura y valores delicados; nieve con textura; luces altas en piel caucásica.
Zona IX: Blanco sin textura al borde de ser blanco puro; lo opuesto a Zona I.
Zona X:  Blanco puro, luces especulares.

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