Ir al contenido principal

El machete. Un relato de Fernando Puche

Al final las fotos se hacen y el proyecto se acaba. Así terminan muchos de nuestros planes. En la mente, un buen número de propósitos aparecen con el ambiente adecuado y los colores precisos. Ideas, visiones y certezas brillan con luz propia y apenas hay nubes en el cielo. Todo podría irse al traste y, sin embargo, con una buena dosis de determinación y otra igual de grande de energía lo normal será alcanzar el fin de ese camino: el día en que diremos «ya está».

© Fernando Puche

Entre el principio y la conclusión puede haber –de hecho lo hay– un muro inabarcable de estímulos, referencias e inclinaciones. No podemos, lástima, saltarnos los pasos intermedios. Imposible evitar los cambios, las esperas, los inconvenientes. A veces desearíamos volar desde la salida hasta la meta sin escalas, sin contratiempos, sin desfondarnos anímica o mentalmente. Por momentos querríamos tener una impresora en el cerebro para tener listas las fotos solo con imaginarlas. A veces nos parece hasta una buena idea. 

Por eso la persona que se enfrenta a un proyecto ha de avanzar con un machete en la mano abriéndose camino a través de la maleza. Parece una metáfora y no lo es. Esa maleza existe. El machete parece también fuera de lugar, algo sacado de un contexto sanguinario y violento. Pero realizar un proyecto es un acto de sustracción, de limpieza, de aclaramiento. No queda más remedio que despejar, podar y sanear. Sobre todo recuerdos, sueños y expectativas. Si no eliminamos lo superfluo, que es mucho, podernos quedarnos ciegos por exceso de imágenes. O simplemente desorientarnos. O pisar una y otra vez nuestras mismas huellas. O repetir pensamientos, tesis y conclusiones. Da igual; necesitamos un machete. 

El machete es lo que nos permite partir de una idea y alcanzar un final digno. No sirve cualquier cuchillo de cocina ni navajas suizas de marca. El tamaño, dicen por ahí, importa. Ya lo creo que importa. Todo tiene su límite, claro, pero a mayor esfuerzo más cerca estaremos de la esencia, más despejado quedará el sendero, más luz llegará al suelo. Porque lo que permanezca intacto entre la partida y la llegada dependerá de cómo desbrocemos el campo de nuestros prejuicios y nuestras tendencias.

La memoria importa, pero solo en la medida en que seamos capaces de filtrar sus impurezas. De coger lo importante y tirar el resto. Las personas que no tiran, que no podan, que no limpian, apenas dejan espacio para cosas nuevas. El machete sirve precisamente para cortar las ramas que estorban, segar la vegetación que oculta nuestros pasos y despejar un camino que podamos recorrer sin perdernos. Da igual la edad, el sexo, la nacionalidad, los gustos, la religión, el dinero. Hay machetes para todos los bolsillos y todos tenemos que poder hacer visible nuestro sendero, para lo cual necesitamos una herramienta afilada y poderosa.

© Fernando Puche

La vegetación son las fotos que adoramos, los libros que nos cautivaron, las palabras que leímos sobre cómo hacer un proyecto, las voces que nos susurran a cada momento «por aquí mejor» o «por allí peor». Y todo esto puede llegar a ser abrumador, oscuro y caótico. 

El pasado hay que seleccionarlo, el presente hay que adaptarlo y el futuro hay que despreciarlo. La vida nos acompaña mientras manejamos el machete, mientras cortamos a diestro y siniestro, mientras vemos caer hierbajos y maleza. La vida forma parte del proceso, por eso también a veces hay que podarla un poco. Su intensidad, su dictadura, su avanzar inexorable. Aunque en realidad es más bien el camino el que se adapta a las pendientes de la vida. 

Cuando compré el machete que utilizo desde hace años, la persona que me lo vendió me dijo: «No lo afiles en exceso, no lo utilices a lo loco, puede servir para dejar pelado un pequeño bosque o para verte simplemente los zapatos. Debes elegir en qué punto intermedio te gustaría estar.»

Muchas veces me pregunto si en algún momento encontramos ese punto idóneo. A lo mejor ni siquiera existe. También me pregunto si a medida que nos hacemos mayores usamos cada vez menos el machete. Porque al final las fotos se hacen y el proyecto se acaba.            


En esta serie:

(1) Fernando Puche lleva casi cuarenta años haciendo fotos y casi veinticinco escribiendo sobre fotografía. Una cosa llevó a la otra y ambas a publicar libros. Seguramente son excusas para tener la cabeza ocupada, intentar ser mejor fotógrafo y escribir cosas que puedan interesar a los demás. Excusas para seguir experimentando la fotografía.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Esas «nuevas» viejas películas con sus brillantes trajes; la Ilusión

Hace algo más de dos años, en el artículo titulado «De qué hablamos, cuando hablamos del amor... por una película concreta» (*), escribía yo: «Fabricar  una película fotográfica, incluso tan sólo en blanco y negro, es una tarea nada fácil, que requiere grandes y prolijas instalaciones, así como una puesta en marcha –para el arranque de cada colada de producción– sumamente delicada. Se trata de una economía de escala. Por eso, quizá, debiéramos ver con un cierto escepticismo cuando un pequeño comerciante, gestor de sitio web o... «blogger», lanza al mercado  «una nueva película» . Ello incluiría a firmas bien establecidas, como puede ser Lomography. ¿Qué puede haber tras esas «nuevas películas», muchas en «edición limitada» y con embalajes y presentaciones en más de una ocasión ciertamente muy atractivas?» Un clásico de hace más de 10 años: Svema, Reala, Lucky 400, Efke, formato Quickload... muchos de esos materiales ya no se fabrican. ¿Cuánto de genuino habría en una toma...

«El fotógrafo que no sabía mirar»: el más reciente libro de Fernando Puche, ya disponible

Después de años y años publicando artículos sobre la práctica de la fotografía y su relación con la memoria, los prejuicios, las expectativas o los referentes externos, Fernando Puche publica un libro de relatos cortos. © Valentín Sama Una novedad dentro de la producción editorial del autor, que en esta ocasión ha querido abordar el hecho fotográfico desde la ficción. Una obra dividida en aproximadamente una veintena de cuentos (todos inéditos) que exploran las facetas más cotidianas de esta práctica a través del humor, la exageración, el absurdo o la ironía. Una obra ilustrada por el reconocido diseñador e ilustrador Jacobo Pérez-Enciso, que aporta toda su maestría y su personalidad creadora para dotar al libro de un encanto muy particular. Un libro único en este país dentro de la producción editorial relacionada con la fotografía. © Valentín Sama Personalmente, debo decir que he leído y releído este precioso y delicado libro, editado con papeles de selectas texturas, y no puedo si...

2025: centenario de la cámara Leica

En enero de 1925 –hace ahora un siglo– comenzó  el ensamblaje de las primeras unidades de producción de la «Leica Kamera» y en febrero de ese mismo año se comenzaron a despachar esas pioneras unidades hacia el comercio especializado. ¡Había comenzado la era de fotografía en 35 mm con el novedoso formato «Barnack»! El 24 x 36 mm que ahora –curiosa y empecinadamente– siguen una gran parte de los fabricantes de cámaras digitales. Pero la historia había comenzado bastante antes: hacia 1911, cuando Oskar Barnack –un mecánico de precisión de 31 años– se incorpora a la empresa Ernst Leitz Optische Werke de la ciudad germana de Wetzlar. (1). © Valentín Sama «Ur Leica» © Leica Encargado del desarrollo de una cámara cinematográfica para película de 35 mm decide crear un pequeño dispositivo –una cámara primitiva– para probar «puntas» de las grandes bobinas de esa película cinematográfica, cuya sensibilidad real, variaba notablemente de un número de emulsión a otro: se trataba de reducir el de...