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Los viejos fotógrafos. Un relato de Fernando Puche

A un viejo fotógrafo nunca se le olvida cómo componer una imagen. Lo lleva en la sangre. Mira lo que tiene delante y lo ordena en su mente para que aquello cobre sentido. Un sentido armónico, visual, seductor.
© Fernando Puche

Los viejos fotógrafos ven una escena callejera e intuyen si es o no el momento. Ven un escaparate y saben lo que falta para que la imagen sea perfecta. Ven un paisaje y averiguan de inmediato la luz que necesita con el fin de convertirlo en un espectáculo para la vista. Son cosas que no se olvidan.

Los viejos fotógrafos no necesitan ni cámara ni móvil para ver el mundo que ellos desearían retratar. No necesitan artilugios mecánicos ni electrónicos para ver una cara y adivinar su potencial. Para estar delante del océano y saber que quizá es demasiado pronto. Lo han aprendido a base de prueba y error.

Los viejos fotógrafos únicamente necesitan una excusa para intentar convertir la realidad en un álbum de escenas extraordinarias. Cada uno de ellos lo descubrió cuando era joven.

Y ahora solo les queda mirar a través de un visor y soñar que el mundo que ven puede ser aún mejor si sabes cómo fotografiarlo.


En esta serie:

(1) Fernando Puche lleva casi cuarenta años haciendo fotos y casi veinticinco escribiendo sobre fotografía. Una cosa llevó a la otra y ambas a publicar libros. Seguramente son excusas para tener la cabeza ocupada, intentar ser mejor fotógrafo y escribir cosas que puedan interesar a los demás. Excusas para seguir experimentando la fotografía.



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