La Sala Canal de Isabel II presenta la exposición «Una incierta luz», que rinde tributo a la trayectoria del fotógrafo Gonzalo Juanes, representante asturiano del grupo AFAL, el colectivo más importante de la fotografía española del siglo XX. Es la primera gran monográfica sobre la obra de Juanes, pionero en el uso del color en la fotografía documental, obra que permaneció en gran parte oculta y solo tardíamente fue reconocida.
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© Valentín Sama
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Gonzalo Juanes con su Leica M3 © Manuel Morilla |
Gonzalo Juanes nació en Gijón en 1923 y, tras una breve estancia en Madrid, tuvo que instalarse definitivamente en Gijón en 1957 y renunciar a la deseada oferta cultural que suponía la capital.
En Gijón, realiza retratos de sus paisanos, de la vida diaria, en un principio siempre en blanco y negro y en busca de un estilo propio bajo el formato del reportaje, que él consideraba el mejor registro de la realidad documental en clave emocional. A principios de los años 60 prueba el color con la mítica película Kodachrome, que supone todo un descubrimiento para él.
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Últimos toques antes de la presentación © Ana Carretero |
La exposición muestra una muy cuidada y enorme selección de la obra en color de Gonzalo Juanes. En mi opinión es un gran acierto el tamaño elegido para los positivos, que respeta las calidades de los originales, huyendo del gigantismo con «contenido vacío» que tanto suele prodigarse en exposiciones «modernas».
Para un experto en color, y más en Kodachrome, no se oculta la batalla que han tenido que librar tanto escanerista como copiador para lidiar con los cruces de color propios del Kodachrome, y que –a pesar de ello– se deslizan en alguna imagen.
Gonzalo Juanes prefirió centrar su colaboración en AFAL como escritor, crítico y analista de obras publicadas por los grandes fotógrafos de la época, como William Klein o Richard Avedon. Esta posición suya de autoexiliado, intelectual y amante de las artes, le confirió sin embargo un hálito de maestro indiscutible en el grupo. Entabló excelentes relaciones con autores como Oriol Maspons, Gabriel Cualladó o Carlos Pérez Siquier, y con el más cercano, su paisano y eterno amigo Joaquín Rubio Camín.
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Vista parcial de la presentación a los medios © Ana Carrretero |
Tal como ha expresado hoy el comisario de la exposición, Chema Conesa, «Gonzalo Juanes pronto pasó a ser como un poeta que disfruta de crear sus versos –visuales en este caso– y los conserva para sí mismo. Y en eso se basa su forma de fotografiar en color.»
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Chema Conesa, comisario de la muestra, durante su presentación a los medios. Entrevista Mario Zóttola © Valentín Sama |
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Sala Canal de Isabel II; cuatro plantas de un espacio espectacular © AnaCarretero |
Estructurada en las cuatro plantas del singular edificio que alberga la Sala Canal de Isabel II, «Una incierta luz» está comisariada por Chema Conesa y supone un recorrido atemporal por la vida del fotógrafo asturiano. Un autor que, en sus propias palabras, afirmaba que la fotografía debía ser «sencilla, de modesta apariencia, intencionadamente de tono menor. Un simple documento en el que se intenta captar un fugaz momento de lirismo».
Primera planta
Instalado ya en su nuevo cargo profesional en Gijón, un cargo no relacionado con la fotografía, que Juanes nunca aplicó como profesión, toma la decisión de fotografiar en color, en íntima sintonía con las suaves tonalidades de la luz asturiana y su incierto crepúsculo. Sin embargo, está convencido de que su fotografía en color no interesa a sus compañeros de AFAL, empeñados en el uso del blanco y negro más adecuado para testimoniar la desnuda realidad de la época. Se siente aislado y desconectado. Aun así, persiste en el uso del color, construye series intemporales sobre el paisaje asturiano y sus habitantes, que se pueden ver en esta primera y segunda planta.
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En la planta baja, en una de las «capillas» de la Sala Canla de Isabel II, una interesante cronología de Gonzalo Juanes © Valentín Sama |
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En otra de las «capillas» de la Sala Canal de Isabe II se ubica una vitrina con algunos objetos utilizados por Gonazalo Juanes, así como un sucinto texto acerca del material en color por excelencia: el Kodachrome, utilizado por el fotógrafo. © Ana Carretero |
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Detalle del interior de la vitrina © Valentín Sama |
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Diapositiva gigante y proyector «Carousel»: un homenaje a la diapositiva Kodachrome © Ana Carretero |
Segunda planta
En la segunda planta de Una incierta luz, vemos la obsesión de Juanes por la subjetividad que el fotógrafo debe aportar a la imagen documental: anticipa la impronta de la mirada, la autoría definitiva que la nueva fotografía documental debía añadir a la mera representación del mundo. Testimoniar desde lo real con compromiso y voz propia, postulados que defendieron los componentes del grupo AFAL y decidieron la renovación del lenguaje fotográfico en nuestro país.
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Gijón, 1966 © Gonzalo Juanes |
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Gijón, marzo de 1967 © Gonzalo Juanes |
Arriba, una de mis imágenes favoritas, entre muchas. Gonzalo podría haber hecho la toma convencional. probablemente con su 90 mm, del grupo del equipo de chicos, pero prefirió mostrar la escena completa, el marco principal, con su pobre valla y el grupo de muchachos con bicicletas del fondo...
Salvo otra excepción al retratar la fiesta del descenso del río Sella, imágenes que se encuentran aquí expuestas, Juanes ha decidido no contar historias sino contar la complejidad de la vida, exigida por su descreimiento y cierta melancolía de náufrago solitario. Compone series atemporales en las que dibuja el mundo infantil y escenas tradicionales a través de una evanescente luz que resalta la indecisión de los instantes, la fragilidad del tiempo, la incertidumbre del retrato. Por otras parte toma una decisión trascendental: no publicar en el anuario de AFAL.
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© Ana Carretero |
Tercera planta
La tercera y última planta de Una incierta luz acoge dos de las series más conocidas de Gonzalo Juanes, que siempre ha creído en el fotógrafo como hombre de su tiempo, testigo de hechos coetáneos que debe reflejar. En ese sentido fotografía su ciudad, Gijón, y el reflejo de la devastación producida por la crisis industrial. También aparece cada vez más una cierta desesperanza, el fin de todas las cosas, reflejadas en despojos encontrados, en la agonía de la enfermedad a la que, sin embargo, se enfrenta con total lucidez. Imágenes de afinado lirismo las de Punto final, donde expone su fragilidad en el inevitable pulso con la vida.
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Sutiles detalles de decoración de la Sala, remarcan el contenido fotográfico, en un espacio estéticamente tan potente, un continente, que tiende a devorar el contenido. © Ana Carretero |
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Descenso del Sella. Ribadesella, agosto de 1965 © Gonzalo Juanes |
El color aporta otro registro; imágenes reflexivas y líricas que compone en series unitarias dedicadas a su entorno vital asturiano. De contenido costumbrista; como las de romerías y fiestas locales; sociales, como la inspirada por la decadencia de la industria en Gijón o los juegos infantiles en los parques; y también introspectivas, como la construida sobre su aislamiento y enfermedad.
En estas series –mis preferidas– la tamizada luz local, asturiana, hace sinergia con ls peculiares características del Kodachrome de la época, de un contraste poco amigable por lo alto.
Por otro lado, Juanes añora la vida cultural madrileña y a sus amigos fotógrafos. Siempre que puede, viaja para breves estancias en la capital. En una de ellas construye un reportaje sobre la vida madrileña. Todo sucede en noviembre de 1965, en una mañana de domingo en la terraza de un bar de la calle Serrano. En apenas dos horas consigue un retrato de la juventud acomodada de la época, un tema totalmente inusual en la fotografía documental de nuestro país.
No es, desde luego, mi serie preferida, ya que me parecen muy superiores todas las imágenes del norte, más dentro de su mirada poética, íntima, dolida: las imágenes «del fotógrafo ausente». Las de la calle Serrano se me antojan más... «robadas».
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Calle Serrano. Madrid, noviembre de 1965 © Gonzalo Juanes |
La etapa final de su producción refleja la decadencia física y el aislamiento propio en forma de paisajes y objetos encontrados donde exhibe, pese a todo, una intensa sensibilidad poética. Una excepcional producción final que supone el epitafio de Gonzalo Juanes, que falleció en Gijón en 2014.
En suma, una exposición excepcional, precisamente –en parte– por la respetuosa contención a la hora de preservar la íntima reflexión de Gonzalo Juanes.
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© Ana Carretero |
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© Ana Carretero |
Si te interesas por el «Kodachrome», la película en color elegida por Gonzalo Juanes, te recomiendo seguir el enlace a «¿Nostalgia por el Kodachrome?». Allí encontrarás la información más completa, precisa y fidedigna que jamás se haya recopilado acerca de esa ya mítica película.
Del 28 de mayo al 21 de julio de 2024. Más información en la web de la Sala Canal de Isabel II.
Comentarios
Un fuerte abrazo,
Justo