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20 años de Odisea. Sobrevivir como fotografía en mi vida. Por Javier Martín.

Bienvenido a un viaje de 20 años de fotografía como ningún otro. Aquí no habrá premios ni grandes proyectos ni una vanidad agrietada y rellena de bótox. No hay exposiciones, ni postureo, no hay publicaciones meritorias ni un glamuroso surtido de grandes clientes.
© Javier Martín

Pero, como yo, es crudo como el petróleo.

Es un viaje de la burbujeante lucha contra la física, la química, el tiempo, las circunstancias, los elementos. Comprender los fotones, ser amigo de la dispersión lumínica y mental, el cuanto de energía dedicada transformado en pasión, para gozo y pozo en las dos caras de la misma moneda, cuando es carente, no há padrinos ni há mimos, pues de rodillas no estaré aunque el plato, la veda, la velada y la cuatricromía me fueron, fueren y serán ajenos.

No falta de talento, al menos sólo, mas tesón, energía, decisión, habrían multiplicado y carecí.

Mi primera etapa fue una ruta cuesta abajo, hice bola de nieve al cambio de solución de alquimista a sicilista, torrentes alquímicos de amarillo y verde llenaban mis bolsas, corazones, estómagos y otros vacíos solamente evangelizando novedosos cánones, incluyendo apócrifos en mi tarea. Nunca fui hacedor de amigos fáciles.

© Javier Martín

Como cualquier etapa veinteañera, todo fue primavera. Grandes momentos, vitalidad, frescura, ingenuidad, y muchas, muchas fotos, cámaras, viajes, congresos, ferias, clientes, encargos, aciertos y errores, y un punto de arrogancia o incluso ufanía en una colección de idas y venidas repletas de intensidad. Supongo que todos los que somos viejos nos vemos así de jóvenes.

Aún así, fue una época de disfrute pleno de la fotografía. Cabalgué el torbellino, la vorágine, la gota fría veraniega, del cambio de la fotografía química a la digital con bastante gallardía y dignidad al fin y al cabo.

Todas las circunstancias habituales, traición, engaño, manipulación, miserias humanas hacen presencia, dominan el ambiente, se mastica la tensión barata; y se multiplica exponencialmente al cambiar el paradigma para mi segunda etapa.

Conociéndome, en un buen año que fue 2011, vi las orejas al lobo de la crisis global y local, económica y fotográfica, salté a la piscina creyéndolo un mar y poco después certifiquelo como pecera.


© Javier Martín

Era la multinacional japonesa.

Y entré en un oscuro túnel.

No había otra. Llena de paisanaje oriundo de la piel de toro, no decepciona al que conoce el percal, pirañas en Roca.

Mentiras, manipulación, amenazas, trepismo, vagancia, mediocridad, gritos, eran tan comunes como la falta de cariño por la disciplina y la clientela, al igual que a la disciplina laboral y vital nipona. Sin honor alguno, qué estupidez. Pillaje corporativo. Se te señala cuando brillas, como los que intentan tapar el sol con un dedo, pero todos a una como Fuenteovejuna.

En semejante filibustería, poca nobleza, pocas almas a salvar, pasáronme por la plancha y en el salto pasé página y también penurias. Y me dije, capitalizo todo este daño y aprendizaje quemando todos mis barcos.

© Javier Martín

Dejé en Canon algunas de las iniciativas más exitosas de la era reciente. Sarpullidos y envidias, réplicas por todo el mapa y la competencia, el resto siguieron, pero desconfíe de imitadores.

Y cambié de dimensión, rotura con el pasado y vuelta al Olimpo y a los orígenes: hacer fotos por la afición, libertad. Paz mental. Desafíos corporativos intensos sin aprecio emocional, meramente profesional. Y mi viaje fotográfico continuó marginalmente, pero el margen era ancho, cabían muchas cosas; cabían viajes, cabían nuevas cámaras,  renovada ilusión, nuevas personas y nuevos proyectos de aprendizaje con una perspectiva más madura, y no siempre haciendo fotografías o creando imágenes, más bien participando de otras dimensiones del sector.

© Javier Martín

Y sé que me he perdido mucho, el boom de los influencers, el ocaso de las réflex y el advenimiento por muchos de las mirrorless, el declive de las cámaras de fotografía digital como mercado, afición, «moda» y el resurgir de la fotografía química en una etapa corporativa en la que tuve a la fotografía como compañero tangencial del viaje. No podía estar al día.

En retrospectiva, mi producción fotográfica y mi dedicación ha pasado por picos y valles, calidad y cantidad, pero es realmente notorio que nunca he dejado de querer aprender y de capturar los momentos cotidianos y los especiales sin pretensiones hasta el punto de acumular un archivo inmanejable que supera las 200.000 imágenes. Es tan absurdo y ridículo que harían falta dos vidas para poner orden, aunque no es más que un registro personal de cientos de momentos puntuales sin importancia para nadie más.

© Javier Martín

Dos décadas de odisea no se pueden hacer sin escudar a grandes caballeros y sin duda alguna Valentín Sama, al que debo el honor de permitirme expresar terapéuticamente con estas palabras mi periplo, a parte de muchas otras coyunturas, ha sido clave en el crecimiento en mí de la disciplina, el carácter y el respeto por la plata y el plomo. Otros amigos como Rubén, Álvaro, Julio o Alejandro han sido y son realmente únicos y recordados con cariño en su presencia o su ausencia.

En general, me faltó la aguja, la brújula, el norte. Vagué por derivas y no puedo decir que la fotografía haya sido predominante en toda mi vida pero sí permanente.

© Javier Martín

Forma parte de mi horizonte, de cuyo viaje sigo disfrutando siendo un elemento anómalo en el entorno; ese radical libre que brinda con sus compañeros de viaje.


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En esta misma serie:





Este artículo forma parte de una serie de contenidos que iremos publicando a lo largo del mes de septiembre y hasta primeros de octubre para conmemorar el 
vigésimo aniversario de este blog «Acerca de la Fotografía», probablemente el más veterano medio independiente sobre fotografía publicado en español de forma ininterrumpida a lo largo de los citados últimos 20 años.
Participarán en esos contenidos algunas de las personas que han contribuido al blog a lo largo de este tiempo, y os recomiendo estar atentos, ¡pues el ritmo para esta reentré está siendo vivo!
La idea general –pero con una total libertad de ejecución para cada autor/a–  es dar una idea de cómo hemos visto el transcurso de esos años desde un punto de vista personal de la fotografía. VS

Actividad organizada con la colaboración de CulturaLAB

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