Cuando miramos una escena con el fin de convertirla en fotografía, la herramienta utilizada se convierte en algo que se interpone entre nosotros y lo que vemos. Es, en primer lugar, una barrera física: un objeto que media entre el ojo y la realidad fotografiada. Y lo que atrapa esa herramienta no es lo que el ojo ve, pues transforma una acción orgánica en un acto mecánico.
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© Fernando Puche |
Cuando miramos una escena con el fin de convertirla en fotografía, la herramienta utilizada se convierte en algo que condiciona nuestra mirada. Es, además, una barrera psicológica: un objeto que nos empuja a considerar el entorno como una realidad fotografiable. No existe la mirada pura, pues fotografiar algo significa mirarlo con un fin. Y ese fin condiciona la manera de enfrentarnos a lo que vemos.
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