Si pusiéramos juntos cinco cubos del mismo tamaño de litio, aluminio, acero, plomo y wolframio nos costaría identificarlos atendiendo solo a sus diferencias de color. Y es que sería fácil confundirlos. La prueba definitiva la obtendríamos al pesarlos, pues su densidad es notablemente distinta. Su apariencia, por tanto, no serviría para imaginar que el mismo cubo de wolframio pesa treinta veces más que el de litio.
|  | 
| © Fernando Puche | 
A la fotografía le ocurre algo parecido. Vemos una imagen y resulta imposible saber cuánto trabajo fue necesario para realizarla. Ni siquiera la tesis conceptual nos informa del esfuerzo que hay detrás de cada obra. No se trata solo de la energía física o intelectual; se trata también de la cantidad de ideas tenidas en cuenta, los argumentos examinados, el número de influencias, las horas dedicadas a darle forma, los cientos de fotos desechadas, las emociones vividas, el nivel de implicación, las ideas descartadas… Estas cosas –habrá más, seguro– constituyen la «densidad» de una fotografía. Cierto que no pueden verse; cierto también que a veces consiguen que la foto «pese» más.
Comentarios