En general, fotografío solo. Para mí es el estado ideal: sin distracciones, sin ruido, sin opiniones externas. Podría decirse que es una manía que he convertido en ley. Una especie de meditación, de clausura voluntaria, de introspección creativa. Igual que leo en soledad o escribo sin compañía, la práctica fotográfica me pide un cierto aislamiento que permita ese diálogo interior necesario para extraer del mundo un reflejo de lo que siento en esos instantes.
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© Fernando Puche |
La contrapartida a este hábito se encuentra en la necesidad de conectarme a lo que me rodea para poder crear una obra significativa, íntima y seductora. Cuando utilizo mi cámara no quiero a nadie cerca, pero otros días busco lo que hacen, dicen y piensan muchas otras personas. La soledad me conecta con mi interior, mientras la sociedad me nutre de aquello que busco cuando hago fotos. Lo íntimo y lo colectivo. El yin y el yang. Lo interno y lo externo mezclándose en un baile eterno que da lugar al universo que percibimos.
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Fernando Puche lleva casi cuarenta años haciendo fotos y casi veinticinco escribiendo sobre fotografía. Una cosa llevó a la otra y ambas a publicar libros. Seguramente son excusas para tener la cabeza ocupada, intentar ser mejor fotógrafo y escribir cosas que puedan interesar a los demás. Excusas para seguir experimentando la fotografía.
Abecedario fotográfico para tiempos líquidos: «A», de Afecto / «B», de Barrera / «C», de Concepto / «D», de Deseo / «E», de Evolucionar / «F», de Fracaso / «G», de Guiar / «H», de Herencia / «I», de Implicación / «J», de Juicio / «K» de Kilo / «L» de Lugar / «M», de Memoria / «N», de Narciso /
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