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Robot: una osada «full frame» de 24 x 24 mm (I)

La comercialización en 1925 de la primera Leica producida en serie, la Leica I, o Model A (1), supuso el pistoletazo de salida para la popularización del empleo de la película cinematográfica de 35 mm en cámaras fotográficas, en lo que pronto se llamó «Kleinbildfotografie», algo así como «fotografía con negativos de formato miniatura» o –dicho de otra forma– en formato original Leica, «KB» o «Barnack».

Mientras la Leica evolucionaba hacia el primer modelo con óptica intercambiable en montura de rosca normalizada –la Leica I, Model C de 1931–, un joven relojero de profesión había estado desarrollando, por su cuenta y riesgo, el prototipo de una cámara para esa relativamente barata y ya popular película de 35 mm, un aparato más osado, que aportase algo distinto a las Leica. Una pequeña pero valiente cámara que iniciaría la saga de las «Robot»: la Robot I, comercializada en 1934.

© Valentín Sama

Nota: esta es una versión actualizada del artículo publicado en Albedo Media en 2017 y actualmente no disponible en ese medio. La serie, a continuar, es de cinco entregas. Se publica ahora aquí por petición popular.

Hacia 1934, cuando se concibió la cámara, nadie pensaba que los robots fuesen las ubicuas máquinas-herramienta que han llegado a ser ahora, sino artefactos antropomórficos, realizados en sólidos metales, más al estilo de «Robby», de «Forbidden Planet». Una anticipación de los «Optimus» actuales de Elon Musk.
La precampaña de lanzamiento de la cámara Robot fue probablemente una de las primeras de tipo «teaser», ya que durante un tiempo apareció en los medios –impresos, naturalmente– ese robot en distintas poses, al tiempo que se anunciaba «la pronta llegada de un robot», hasta que se desveló el secreto. La leyenda en la parte inferior reza: «La cámara [hecha] en acero», y en la parte superior «El nuevo Robot»

© WB

El Robot que simbolizó a la marca durante muchos años © Berning & Co. 

Un inquieto y genial relojero

Si ya os estabais preguntando acerca de quién sería ese joven relojero que con 30 años se atrevía a retar al «concepto Leica» en su pleno esplendor, os puedo dar la primera pista: había nacido en Hungría en 1898. La segunda –y que debiera ser casi definitiva– es que ya es un «viejo conocido» de los lectores de este medio.
 
© Valentín Sama

Frente al concepto original de Leica, basado en la película de 35 mm, que supuso un «antes y un después» en la fotografía de reportaje debido a la portabilidad de la cámara y al elevado número de fotogramas por carga, la cámara Robot añadió elementos clave muy determinantes: rápido avance de la película mediante un motor a resorte, menor tamaño y mayor número de fotogramas por carga: hasta 50. Esto último se conseguía debido a que se descartaba seguir tanto el tamaño de fotograma cinematográfico de 18 x 24 mm, como el 24 x 36 mm de la Leica: se optaba por un hoy en día aún muy insólito «full frame» de 24 x 24 mm (2), un formato cuadrado sobre película de 35 mm. 

Heinz Kilfitt, ya en relaciones con Metz, si observamos bien los gemelos de los puños de la camisa © Kilfitt 

Antes de seguir con la descripción detallada de la Robot I, conviene saber que Heinz Kilfitt –ése es nuestro relojero– no lo tuvo fácil para conseguir poner en el mercado su Robot –hasta el nombre era muy atrevido en esos años– y pienso que la historia es bonita, pues os puedo adelantar que la puesta en producción de la cámara se consiguió –en parte– merced a la ayuda de… ¡un fabricante de lavadoras! (3) 
Anuncio de época de las lavadoras «Ronde» de Berning © Berning 

Tras emplear cinco años en el desarrollo de su prototipo, Kilfitt se acercó –hacia 1931– a firmas tan poderosas entonces como Agfa y la división germana de Kodak –tendréis que entender que no se pasase por Leitz– a fin de ofrecerles su prototipo para una eventual producción en serie, ya que el joven Heinz carecía de capital. La respuesta fue negativa (4), y lo que no he podido conocer es la historia de cómo se encontraron Heinz Kilfitt y Hans Heinrich Berning, un hombre de negocios, si bien aún más joven que Heinz, ya que solo tenía, a la sazón, 23 años. 

«Un pequeño capital» 

A ese encuentro, se sumaba una afortunada circunstancia: al terminar sus estudios en la Universidad, Hans Heinrich Berning había recibido de su padre «un pequeño capital» para que iniciase su propia vida. El padre de Hans H. no era otro que Otto Berning, un importante industrial alemán especializado en aparatos domésticos y entre ellos unas lavadoras, muy avanzadas para la época (5). Así, a los dos Berning les atrae el proyecto de Kilfitt, y para 1932 la decisión se ha tomado: por cuestiones legales germanas de la época, se estima conveniente crear la nueva sociedad como una filial, bajo el manto de la matriz de Otto Berning, y así será la compañía «Otto Berning & Co» la que emprenderá la producción de la Robot. Y parece importante hacer constar que Hans H. Berning no fue un mero socio capitalista, pues fue de él de quien partió la ida de que la Robot fuese una cámara motorizada, ya que el prototipo inicial no lo era (6), si bien ya incorporaba la novedad del tamaño de fotograma de 24 x 24 mm y el pequeño tamaño de su cuerpo, un original visor y otros avances.

Totalmente construida en acero, la Robot es compacta y muy densa. La sensación de solidez se corresponde con la robustez, y la estética es ciertamente atractiva © Valentín Sama 

El taller y las oficinas de diseño se montan en Düsseldorf, con Heinz Kilfitt, Hans H. Berning y Franz Horth –mecánico– a los mandos. No mucho después se les suma el hijo de este último, un ingeniero que trabajó para la firma largos años… quizá más que Kilfitt, que era más bien inquieto y pronto emprendió nuevos proyectos personales. 

Robot I: una genial mecánica de relojería 

La mecánica y el concepto general de la Robot eran rompedores en la época y siguen siendo atrevidos hoy día, y si tenemos la paciencia de estudiar la patente, veremos que todo estaba dirigido a crear una cámara más pequeña, más rápida, más eficaz, y elaborada con mejores materiales que los empleados por la «competencia en 35 mm» de la época, y ello por sorprendente que pueda parecer ahora. Y además, el tipo de construcción –derivado del propio diseño– permitía hacerla menos costosa. Así, por ejemplo, una Robot costaba 175 RM frente a los 275 RM de una Leica del mismo año (7). Y todo giraba… en torno a un obturador circular. Y era esa misma clase de obturador la que hacía que la Robot pudiese ser una cámara motorizada –de hasta 4 fps– (8) y de alguna manera demandaba que el fotograma fuese cuadrado, otra de las virtudes de la Robot… siempre que se quiera ver así. 

Los obturadores circulares «heredan» su tecnología de los de las cámaras cinematográficas, y tienen la enorme virtud de que –en principio– no tienen por qué seguir un movimiento alternativo de «va y ven» para cada exposición –no tienen que ser remontados– sino que estarían listos para un nuevo disparo tan pronto han realizado el anterior, y se entiende claramente que ello es clave para cámaras cinematográficas, que tradicionalmente –al menos– deben alcanzar 18 o 24 fps. En los obturadores circulares, una suerte de «pizza» a la que faltan ya unas raciones, gira frente al fotograma a exponer: cada vez que «los bocados» que faltan pasa por delante de la ventanilla del fotograma se produce la exposición, cuya duración dependerá del tiempo que el mecanismo correspondiente «entretenga» frente al fotograma la porción de disco faltante. Sencillo, ¿no es eso? Ese tipo de movimiento circular permite operar a altas secuencias de fps.

Esquema del obturador circular de la SLR para medio formato Olympus PEN-FT original. © Valentín Sama

En el esquema de arriba, podemos ver el principio de operación del obturador circular de la réflex monocular Olympus PEN-FT original para fotogramas de 18 x 24 mm. Pronto se intuye que existe una relación física inexcusable entre el tamaño del fotograma a «descubrir hacia la luz» en cada exposición y el diámetro del disco del obturador… y, por ende, del tamaño de la cámara. Dicho de otra forma: una cámara con obturador circular para el fotograma «Barnack» original Leica, de 24 x 36 mm, obedecería a unas dimensiones muy grandes, y por tanto… ¡ya sabemos por qué para la Robot se optó por el rompedor formato de 24 x 24 mm! Y, además, puesto que Heinz Kilfitt buscaba velocidad, algo que no ofrecía la Leica, también era necesario avanzar la película con rapidez, y se tarda menos en arrastrar un fotograma de 24 x 24 mm que uno de 24 x 36 mm. 


Patente de las dos versiones de la Robot I © Berning & Co. Patente de la versión motorizada de la Robot I © Berning & Co. 

En este esquema, se aprecia el disco obturador, con un «recorte» que tiene casi la misma forma y tamaño del fotograma. Atención a las flechas que indican la dirección de giro… © Berning & Co 

Ahora bien, si estudiamos muy de cerca el funcionamiento del obturador de la Robot I, veremos que este es muy atípico para uno circular: tras el disparo, y a través de la misma acción mecánica del avance de la película, el disco del obturador gira hacia atrás. Es de suponer que solo Kilfitt y quizá Franz Horth conocieran las razones para ello. Leyendo todo el texto de la patente (2044434) se puede llegar a entenderlas, pero pienso que todo tiene que ver con ahorrar espacio y ofrecer fiabilidad a buen precio. 

Un cuentafotos propio… de un relojero 

El cuentafotos de la Robot I no tiene nada que ver con cualquier otro que podamos haber conocido y ello por su particular mecánica. No quiero ni imaginarme las «tripas» de ese mecanismo aparentemente aleatorio.
A fin de reflejarlo de una forma muy visual, he creado la siguiente animación, que corre desde el fotograma Nº1 al Nº24, que es el límite del resorte de la Robot I. Al principio hemos disparado a un ritmo no muy rápido para pasar a 2 fps a mitad de recorrido y ralentizar un poco al final: ¡disfrutad!
 
Atentos al «juego de relojería» del cuentafotos de la Robot I. © Valentín Sama 

La Robot I era intencionadamente muy sencilla en lo que a mandos se refiere, y así, en la parte frontal encontramos el selector de tiempos de obturación, con los valores de 1/500 s, 1/300 s, 1/100 s, 1/50 s, 1/20 s, 1/10 s, 1/5 s, 1/2 s, 1 s y «T». Junto este selector, se sitúa una misteriosa palanquita, cuya función pronto desvelaré. En la parte superior, además del cuentafotos, a la derecha, la parte central del panel la ocupa el gran mando para «dar cuerda» al sistema de avance y disparo, así como el disparador, dotado de un original sistema de bloqueo, por medio de un aro en cuña, concéntrico al mando de armado. Y al extremo izquierdo, el visor, que –por su parte y como veremos– exhibe algunas habilidades especiales. El ajuste de valores de abertura de diafragma era solidario de cada objetivo. ¿Y la palanca de rebobinado? Muy sencillo: no hay rebobinado. 

Con el Hugo Meyer-Görlitz Primotar 3 cm f/3,5, la Robot I es el conjunto más compacto. Podemos observar el dial para tiempos de obturación sobre el cuerpo de la cámara y el sistema de codificación por colores de la escala de distancias. © Valentín Sama

De chasis a chasis

En los primeros años del empleo de la película cinematográfica de 35 mm en las nuevas cámaras de formato miniatura –Leica, Contax, Robot, etc.– los fabricantes de película todavía no habían desarrollado el chasis precargado de fábrica, lo que haría Kodak algo más tarde con su formato 135. Por tanto, los usuarios debían cargar en la oscuridad los chasis de modelo propietario de cada fabricante de cámaras. Y Heinz Kilfitt optó por un sistema de dos chasis gemelos: uno «emisor» y otro «receptor». Al eliminar el rebobinado, se prescindía de delicados embragues, al tiempo que se ahorraban espacio y piezas. En esta Robot inicial, los chasis son del modelo «K» y muy cotizados por su escasez. Y ojo: la cámara no puede funcionar sin ellos. 
© Valentín Sama

Los chasis «K» para película de 35 mm a granel, son –en cierta forma– parte integrante de la cámara. Una vez retirados, podemos ver las pestañas para la apertura una vez cerrado el dorso © Valentín Sama 

Los chasis «K», son bastante sofisticados, ya que incorporan unas pestañas que –al cerrarse el dorso de la cámara– se presionan, y abren los labios por los que discurre la película, haciendo que ésta discurra sin roces, y además con mucha menor resistencia: de nuevo aquí la palabra clave es ¡velocidad! Por su parte, como podemos ver por la animación de más abajo, la rueda dentada para el avance de la película es también realmente original: con una de sus caras plana, en la posición de reposo, eleva su parte redondeada para una mejor tracción durante el arrastre. De hecho, el perfil de los «dientes» es distinto en la cara plana respecto a la cara curva.

© Valentín Sama

Dispositivos ingeniosos
En los años de los que hablamos –en torno a 1934– las películas en blanco y negro disponibles no se caracterizaban por ofrecer un pancromatismo tan fiel como el de la actuales (9), por lo que, para una buena separación tonal, sobre todo para la reproducción correcta de cielos azules con nubes, follaje o tonos de piel resultaba casi imprescindible emplear sobre el objetivo un filtro amarillo o amarillo-verdoso. Pero, tal como se reflejaba en los folletos de las Robot, el filtro se podía perder u olvidar y por tanto Kilfitt pensó: ¿por qué no incorporarlo en el cuerpo de la cámara y que valga para todos los objetivos? Dicho y hecho: bajando la palanquita ubicada junto al selector de tiempos de obturación, ¡se intercala automáticamente un filtro amarillo verdoso ubicado justo tras el obturador! 
Sin filtro © Valentín Sama

Una fase inicial de inserción del filtro © Valentín Sama

Filtro en posición © Valentín Sama

Claro que habrá que tener en cuenta el factor de prolongación de la exposición por la absorción del filtro. ¿Y si se nos olvida? Ningún problema: al actuar sobre la palanquita de inserción del filtro (abajo), se cambia automáticamente un paso el tiempo de obturación. El amigo Kilfitt –que para eso era relojero– lo tenía todo previsto y «todo realizado mecánicamente».


Sin insertar el filtro (arriba) y ya insertado (abajo). Para estas tomas, dejé el obturador abierto, para poder apreciar la presencia del filtro tras el mismo. © Valentín Sama


El visor de la Robot I en posición norma y girado, para encuadre mirando a 90 grados © Valentín Sama


El visor, por su parte, es óptico, ajustado para la focal base suministrada, de 30 mm, equivalente aproximadamente a un 35 mm «para paso universal». Pero su particularidad es que podemos girarlo 90 grados y de esa forma fotografiar en ángulo recto, «de forma disimulada», para mayor espontaneidad en determinados sujetos, como por ejemplo –según el manual– niños jugando (10). Una vez girado, la imagen se tiñe de un bonito tono azulado, según la firma, «para un mayor contraste».

Las ópticas

Los objetivos previstos inicialmente eran los siguientes –entre paréntesis, las focales «equivalentes» aproximadas para el formato de fotograma de 24 x 24 mm: 

  • Carl Zeiss Jena Tessar 3 cm f/3,5 (35 mm) 
  • Carl Zeiss Jena Tessar 3 cm f/2,8 (35 mm) 
  • Hugo Meyer Görlitz Primotar 3 cm f/3,5 (35 mm) 
  • Hugo Meyer Görlitz Trioplan 30 mm f/2,8 (35 mm) 
  • Hugo Meyer Görlitz Tele-Megor 5 cm f/5,5 (75 mm) 
  • Hugo Meyer Görlitz Tele-Megor 60 mm f/5,5 (90 mm) 
  • Schneider Tele-Xenar 5 cm f/5,5 (75 mm) 

Lógicamente había diferencias de precio, según fabricante y luminosidad. Puesto que los visores no eran intercambiables en este modelo y tampoco se dispone de zapata portaaccesorios, es de suponer que existió una mascarilla reductora para el visor, a fin de poder emplear los «teles» miniatura de 5 cm o 6 cm de focal. 

La Robot I junto con las ópticas más populares presentadas simultáneamente al inicio: de izquierda a derecha: Hugo Meyer-Görlitz Primotar 3 cm f/3,5; Carl Zeiss Tessar 3 cm f/2,8; sobre la cámara Carl Zeiss Tessar 3 cm f/3,5 y a la derecha el tele –¡sí, un tele!– Schneider-Kreuznach Tele-Xenar 5,5 cm f/5,5 © Valentín Sama

Puede considerarse un handicap de las Robot respecto a las Leica el que careciesen de telémetro –hasta 1953–. Pero el concepto original era ofrecer la máxima rapidez de operación, y así las Robot confiaban el enfoque a dos argumentos: por un lado, la gran profundidad de campo inherente a las cortas focales necesarias para la diagonal de su formato 24 x 24 mm, y por otro un original sistema de codificación por colores de las marcas para valores de abertura de diafragma y distancia de enfoque, que nos permite ajustar rápidamente los objetivos «a hiperfocal». 

Si ajustamos el diafragma –por ejemplo– a f/5,6, observaremos que el valor está marcado en amarillo… © Valentín Sama 


Acto seguido, si ajustamos la distancia para el valor de metros en amarillo, tendremos la hiperfocal para esa abertura. En este caso con profundidad de campo de 3 m a infinito. Para mayor facilidad de uso, todas las distancias tienen encaje por «clic» © Valentín Sama

La Robot I representaba una valiente alternativa a la Leica III: más pequeña, más rápida, mejor construida, más económica… y motorizada. El tono cálido de las partes metálicas de la Leica III se debe a su acabado en níquel © Albedo Media 

Construcción y técnica

Desde un principio, los responsables del desarrollo de la primera Robot pusieron énfasis no solo en sus características únicas, sino en que su construcción estuviese bastante por encima en calidad de la de las Leica de época con las que –de una forma u otra– competía. Así, se optó por un cuerpo en acero inoxidable, frente al latón de las Leica (11), y con las partes externas, bien cromadas en lugar de niqueladas, bien, en su caso, en un fino acero bruñido en lugar de simplemente pintadas de negro. Todas las partes y mecanismos internos son especialmente robustos y –se dice– de más fácil acceso de cara a su mantenimiento. Todo ello repercute en que cuando tomamos una Robot I en nuestras manos su densidad nos resulta altísima: para unas muy reducidas dimensiones de 108 x 65 x 47 mm, el peso, lista para el uso, cargada con película, es de 600 g. Lejos de ser un inconveniente, ofrece una sensación de enorme robustez. 

Pienso que a Karel Capek, creador de la palabra «robot» en su obra de teatro R.U.R., de 1920, le hubiese gustado… ¡la Robot I! © Valentín Sama 


RUR, de Karel Capek

El resto de la historia

Como veremos en próximos artículos, la Robot I fue el origen de una larga y muy interesante saga de modelos, pero Heinz Kilfitt –tras dejar lista para su comercialización la Robot II en 1938– siguió su propio camino, desarrollando los primeros objetivos macro –los Makro Kilar– así como la original réflex monocular «Mecaflex». A partir de ese momento, la compañía pasó a llamarse «Robot-Berning & Co.» 
Los más observadores notarán que en el logotipo de ROBOT dos ojos de robot les vigilan… © Valentín Sama

Próximamente: «Robot, las ópticas y los resultados»

Por razones técnicas los eventuales comentarios no deben exceder en extensión las 500/600 palabras. Todos los comentarios están sujetos a moderación.


(1) Sigo la nomenclatura de Dennis Laney en su «Leica Collectors Guide» (ISBN 1.874707-00-6) 
(2) Como podéis imaginar empleo aquí lo de «full frame» como pequeña provocación. Para mí, referirme al 24 x 36 mm como full frame sería como referirme a las albóndigas como «almóndigas» 
(3) No puedo dejar de pensar si Hans Heinrich Berning no se volcaría en apoyar amente el proyecto de Kilfitt al asociar subliminalmente el obturador rotativo del obturador de la Robot con los sistemas rotativos de sus lavadoras. 
(4) Hay que tener en cuenta que por esas fechas Zeiss Ikon estaba ya «liada» con su Contax (1932), Kodak estaba a punto de lanzar sus Retina (1934) y Agfa desarrollando sus Karat (1937) 
(5) Desde luego, en España, no todo el mundo tuvo tan pronto acceso a una lavadora automática en su casa. En la nuestra no entró hasta 1962 aproximadamente. 
(6) Coexistieron, por breve tiempo, el modelo sin arrastre motorizado y el dotado del mismo, y de hecho durante un tiempo se habló de Robot I y Robot II, si bien con el tiempo la denominación de Robot I quedó para el modelo al que hace referencia este artículo. 
(7) Como referencia, el sueldo por hora de un trabajador se situaba en el entorno de aproximadamente 0,60 RM, esto es, eran necesarias 291 horas y 458 horas de trabajo, por tanto, respectivamente. Uno de los primeros rollos 135-36 de película Perutz, costaba 2,10 RM (3,5 horas de trabajo). Se entiende también, que el mayor número de fotogramas por largo de película que ofrecía la Robot podía suponer una ventaja económica adicional. 
(8) Las Robot I no hacen fotografías en secuencia: tras apretar el disparador –al liberarlo– el mecanismo de resorte avanza un fotograma y arma el obturador. La cámara queda lista para el siguiente disparo y por tanto el número de fotogramas por segundo depende también de… la agilidad de nuestro dedo. 
(9) Aún hoy en día, las mejores películas pancromáticas siguen adoleciendo de una cierta excesiva sensibilidad al azul, y se benenfician –también– del uso de un filtro amarillo (Wratten Nº12) 
(10) Naturalmente, también para otros planteamientos menos ingenuos, entre los que figura el uso de cámaras en combate fotografiando desde esquinas. Por otro lado, hoy en día, salvo que fuesen nuestros propios niños, muy probablemente acabaríamos en Comisaría o linchados. Los tiempos han cambiado.
(11) El «cuerpo» de las Leica de la época es –básicamente– un tubo de latón aplastado en una prensa para darle la forma oblonga. Hasta el modelo Leica IIIC (1940) no se empleó un cuerpo más sólido, de aleación fundida, lo que resolvió el problema –con determinados objetivos– de falta de rigidez del cuerpo.


Comentarios

YO ha dicho que…
Buenas Noches Valentín.
Llevo leyendo este artículo y sus mejoras desde la primera vez en FV, sin embargo con las animaciones, los aspectos técnicos se entienden mucho mejor. ¡ Es como una Leica, se va mejorando el concepto !
De la observación de las fotos, no entiendo:
¿ Por qué el botón del disparador entra en el espacio de la rueda del resorte?
Espero el segundo capitulo con interés.
Luis
Valentín Sama ha dicho que…
Hola Luis, gracias por las amables palabras.
Lo que comentas se debe a que, por un sistema muy astuto (como casi todo en la cámara), ese segundo aro por debajo de la rueda del armado del resorte, tiene forma de cuña, y al girarlo se posiciona por debajo del disparador... ¡impidiendo disparos involuntarios!
¡Saludos!

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